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12 de febrero de 2019 09:12

800 voluntarios de la Cruz Roja solo en Quito

Los voluntarios se capacitan. Una vez graduados, acolitan según su disponibilidad de tiempo. Foto: archivo / ÚN

Los voluntarios se capacitan. Una vez graduados, acolitan según su disponibilidad de tiempo. Foto: archivo / ÚN

Ana Guerrero
(I)

Voluntad y ganas de servir hay de sobra en Quito. La Cruz Roja Ecuatoriana hasta casa propia tiene para los voluntarios comprometidos. En la urbe, la institución cuenta con 800 colaboradores en esta línea. En el país son 7 500.

La escuela para voluntarios se abre cada tres meses. En marzo arrancará la nueva tanda de formación. Los 50 cupos que se habilitan por cada promoción ya se coparon, así que vaya alistando la carpeta, que la próxima convocatoria se lanzará en junio.

Para que vea que sí hay gente colaboradora. Para cada convocatoria, bajito, postulan entre 80 y 100. Como quien dice, se hace honor al alma de la institución. Verá que, cuenta Roberto Bonilla, coordinador de Áreas Esenciales y Voluntariado de la Cruz Roja, el 90% del personal es voluntario.

Los requisitos no son nada del otro mundo, lo primordial es tener ganas. De todas formas, el Coordinador explica que, de entrada, la persona debe tener mínimo 16 años. Si es menor de edad toca llevar la autorización del representante.

De cajón, debe entregar una carpeta con la copia de la cédula, tipo de sangre, una foto tamaño carné y una hoja de vida. Luego deberá asistir a una charla psicológica. Debe dejar todo en la recepción de la Casa del Voluntariado (Yánez Pinzón, entre Colón y La Niña, norte de Quito).

La hoja de vida es un requisito importante para determinar si, según la profesión, puede acolitar con conocimientos específicos. Esto no quiere decir que de ley deba tener título.

Santiago Llanganate, por ejemplo, es médico traumatólogo y apoya con sus conocimientos para la formación de voluntarios. Él se apuntó cuando era adolescente y, de hecho, en esa ruta decidió su profesión.

Otra voluntaria -de las nuevitas- que apoya con herramientas desde su profesión es Narly Torres, una joven psicóloga lojana. Ella llegó desde su tierra y se unió al voluntariado hace alrededor de siete meses.

A otro colaborador al que, al igual que a Santiago, la labor en la Cruz Roja y sus ganas de ayudar le delinearon la profesión es Marcelo Collantes. Él lleva casi media vida como voluntario. Tiene 23 años y se lanzó al ruedo hace 11. Su hermano también era del grupo. Antes sí daban chance de apuntarse más guambrito.

Ahora Marcelo estudia emergencias médicas en el Instituto Superior Tecnológico de la institución. Ese chance también hay para ser un capo en acolitar.

La formación para ser un voluntario es de tres meses y medio, con graduación y todo. Pero no vaya a creer que acaba la capacitación y se lanza a la ambulancia o a desastres naturales. En principio, se forma trabajo en equipo, liderazgo, primeros auxilios, etc. Hay ejes de trabajo: apoyo psicosocial, salud en emergencias, cultura de paz, sexualidad, entre otros.

El curso inicial dura 118 horas. Luego puede apoyar en eventos, carreras, trabajo con niños, adultos mayores, etc. Ya luego hay cursos para especializarse. Se abren dos cada año.

Una vez graduado, cada semana le pasan una programación de actividades o se convoca en caso de emergencias. Roberto da fe de que nunca faltan manos.