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13 de septiembre de 2018 09:16

Dona porque le sale de la vena

En el Centro de Donación de Sangren (Gran Colombia), Fernando Calvopiña volvió a estirar su brazo. Foto: Betty Beltrán / ÚN

En el Centro de Donación de Sangren (Gran Colombia), Fernando Calvopiña volvió a estirar su brazo. Foto: Betty Beltrán / ÚN

Redacción Últimas Noticias
(I)

Tiene 32 años y desde los 18, unas 50 veces le han pinchado los brazos para sacarle sangre o plaquetas. Ese registro le convierte en uno de los mayores donantes voluntarios en Quito, así que el Hemocentro Cruz Roja Calderón es como su hogar.

Desde la Cruz Roja animan a que el ejemplo de Fernando Calvopiña se potencie. Siempre son necesarias más reservas de estos productos, más cuando en verano y feriados cae el número de donantes por la movilidad de la gente.

Este quiteño lleva 14 años entregando vida. En cifras, Fernando ha ofrecido unos 25 litros del grupo sanguíneo cero positivo (en cada sesión se extrae casi medio litro). Una persona de unos 50 kilos de peso tiene alrededor de 5 litros de sangre.

Mónica Pesántez, gerente del Hemocentro Nacional de Cruz Roja, menciona que en el 2017 se registraron 171 184 donantes a escala nacional. De ese total, solo en el Hemocentro de Quito, que aglutina seis provincias, se reportaron 110 465; y de esa cifra, 25 780 fueron donantes repetitivos (dos veces al año).

Si solo hablamos de Quito, hay un listado de personas para áferesis (separación de los componentes de la sangre): unos 123 voluntarios repetitivos.

Fernando está en ese último grupo. Enseña sus brazos y no tienen huella, menos callo con tantas extracciones. Dice que hace una semana le sacaron plaquetas y hace un mes, sangre. Dentro de 15 días volverá por otra dosis de plaquetas, y en unos tres meses, de la roja.

¿Por qué lo hace? Porque le sale de las venas, porque ama a la humanidad, confiesa orgulloso. Recuerda que todo comenzó cuando tenía 18 años; una mañana se acercó a anotarse para la conscripción, en la Dirección de Movilización de la av. Colombia. Pero como se perdió entre tanta calle pequeña, fue a parar en las instalaciones de la Cruz Roja, que está al ladito.

Hace unos meses, Fernando está más activo que nunca y si le llaman, con anticipación, del Hemocentro de Quito enseguida activa una rutina: comida ligera, full verduras y frutas, nada de grasas ni arroz. Todo con tal de que la sangre esté en los mejores niveles de calidad; de yapa es deportistas y no tiene ningún vicio.

Afortunadamente él es su propio jefe (tiene un negocio de ropa y serigrafía) y dispone del tiempo necesario para donar. Para extraer la sangre se requiere de 20 minutos y para las plaquetas, menos de dos horas.

Está convencido que cuando se siembra, se recoge. Esa filosofía trata de inculcar a sus dos hijos. Y sin querer queriendo, a toda su parentela. Sus padres también entregan sangre.

Más allá de los carnés que colecciona, Fernando tiene un arsenal de anécdotas. Es tan conocido en el Hemocentro que las enfermeras ya saben de cual brazo le extraen la sangre y de cual, las plaquetas.

Pero esas personas que entregan, una y otra vez, los productos de su sangre no son eternos, también se enferman y envejecen, y por eso mismo Pesántez reitera su llamado a la ciudadanía para que se sumen a las listas de donantes voluntarios.

Sin embargo, Fernando Calvopiña no tiene fecha para jubilarse de este hobbie.
Todo, lo dice categórico, “porque uno nunca sabe lo que puede pasar mañana”. Además, porque no hay que olvidar una máxima de los mayores: “Hoy por ti, mañana por mí”.