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22 de abril de 2020 11:34

Una lucha para seguir abriendo las tiendas

Doña Victoria dice que le da miedo salir a surtir su negocio

Doña Victoria dice que le da miedo salir a surtir su negocio. Foto: Cortesía / ÚN

Betty Beltrán

Parece astronauta, ni sus ojos de color miel se alcanzan a mirar tras las gafas que lleva Mónica De la Torre, propietaria del minimarket Mil Delicias, ubicado en la Rudecindo Lesana 230 y Capitán Ramón Borja (La Kennedy). Tampoco su cabellera rubio cenizo, porque el atuendo que viste tiene capucha y le cubre de la cabeza a los pies.

Cierto es que todo esa ropa de bioseguridad es incómoda, pero se ha visto obligada a llevarlo porque todos los días, desde las 08:00 hasta las 13:00, atiende en su negocio. Todo sea para esquivar cualquier posible contagio del covid-19, pero sobre todo cuidar a su esposo que, años atrás, tuvo un cuadro de neumonía.

Por eso mismo dos semanas no abrió el negocio, pero una vez que contó con los implementos para ponerse empezó a atender. El horario no es el mismo, ya no abre a las 06:30 sino a las 08:00; cierra a las 13:00 y en la hora restante antes del toque de queda logra hacer las entregas de algunos productos que le piden los vecinos del sector. Su casa está a unos siete minutos.

La venta ha bajado, dice preocupada, porque los niños ya no salen a ver sus golosinas. Lo que más despacha son pan, leche, arroz, fideo, harina… Y antes de que entregue el dinero, Mónica usa, para ella y el cliente, alcohol. Eso, obviamente, es un egreso extra en la caja, pero a la larga es una inversión porque protege la salud, manifiesta.

Hace siete años Victoria Macas abrió su local Víveres Viqui, y toda la barriada de Madrigal (por la autopista General Rumiñahui) la conocen. Tiene de todo un poco, desde verduras hasta dulces, carnes, bebidas... Eso le salva, de ahí que su venta ha subido un 40%.

Como está a dos minutos de su casa, en la Mariano Hinojoza y Línea Férrea, abre a las 08:00 y cierra a las 14:00. Y lo que más vende son las verduras y carne de pollo; sin embargo, hace dos semanas ya no se va al Mayorista a surtirse del producto porque le “cogió miedo ir por ahí”, asegura.

Hace unos días, unos comerciantes llegaron a proveerle en la puerta de su negocio y le dejan naranja, plátano vedes, patas, choclos, mandarina, guayaba, tomate… Indica que “con eso salgo adelante y están más baratos que en el mercado”.

Menciona que los clientes se llevan más productos que antes de la cuarentena, con el fin de no salir todos los días y protegerse. Victoria también se cuida: “antes de abrir el negocio lavo con cloro y detergente la entrada”.

Otra medida de bioseguridad es impedir la entrada al fondo de la tienda, para ello ideó una reja de madera, como las que se hacían antaño. Así que la venta se hace en plena acera.

Igual de cuidadoso es Víctor Batidas, quien es dueño del minimarket El Veci, ubicado frente a la iglesia La Kennedy (Gonzalo Zaldumbide y Rafael Bustamante). Cuenta que a más de estar preocupado con el covid-19, tiene la intranquilidad de que las ventas han bajado casi en un 40%. “Ya no se compran los productos de primera necesidad como antes, ahora las tiendas se han quedado delegadas a vender bebidas”, añade.

A eso se suma el poco tiempo que tienen abiertos los locales; si antes vendía unos USD 120 al día, hoy no llega a 40.

Y la situación no cambia ni porque madruga: abre el negocio a las 07:00 y cierra a las 13:55, unos cinco minutos antes de que empiece el toque de queda.
Se da ese margen de tiempo, porque vive a unos dos minutos del negocio.

Ante esa realidad, Víctor sugiere que haya un margen para activar los créditos con los proveedores y con ello también dar una mano a los vecinos que también andan ahorcados con la falta de dinero, y por ahí abrir la posibilidad de volver a fiarles.