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Futbolero
15 de agosto de 2018 13:02

El ciclismo fue su balsa para integrarse

En la foto de la izquierda, Sarango en el podio tras ganar la prueba de ruta de 60 kilómetros, en París. En la derecha, a su llegada a Quito.

En la foto de la izquierda, Sarango en el podio tras ganar la prueba de ruta de 60 kilómetros, en París. En la derecha, a su llegada a Quito.

Pablo Campos

Érick Sarango atravesó la meta de los Juegos Mundiales de Discapacidad Intelectual, en París, como si fuese un rayo. El belga Lars De Jonc, vigente monarca de la categoría, intentaba reducirle la ventaja, pero el tricolor pedaleaba con potencia, con los cuádriceps a punto de reventarse por el esfuerzo.

En las imágenes de video se escuchaban gritos de histeria. “Vamos Ecuador, vamos Érick”, decía con frenesí Melanie, prima del campeón, una ecuatoriana residente en España, que se pegó el viaje a la capital francesa para ver a su familiar conquistar una medalla dorada.

El triunfo ocurrió en la madrugada del 17 de julio. Melanie fue la única familiar de Érick que pudo acompañarlo. Sus padres, Nelson y Miriam Moreno, esperaban noticias en Quito. Nelson conciliaba el sueño por tramos, pero Moreno no dejaba de ver su celular en pos de noticias o de aquel video que Melanie le había prometido.
Entonces llegó la imagen. Aquel video en el cual Érick cruza a toda velocidad hacia la meta y se proclamaba campeón. Moreno recuerda ese momento y los ojos se le enrojecen. “Fue el premio al esfuerzo, a la pasión de Érick por el ciclismo y a todo los sacrificios que hemos hecho como familia”.

Sarango posee una discapacidad intelectual, un detalle que pasa casi inadvertido al mirar su figura atlética y su estampa de deportista cuando se pone arriba de su caballito de acero. Sus padres, que tienen otros dos hijos con discapacidad, se dieron cuenta desde temprano que al pequeño Érick le picaba el bichito del deporte. Entonces se pusieron a la búsqueda de la actividad ideal.

“Cuando yo era chiquitito me gustaban los triciclos. También me gustaba nadar y el fútbol. Pero mi papi hizo que cogiera el gusto por el ciclismo. Después vine acá a la Concentración (Deportiva de Pichincha), a una escuela de ciclismo, y me quedé”, dice el monarca mundial, encogiéndose de hombros, en el velódromo José Luis Recalde.

La entrevista se realizó el pasado miércoles, en medio de un solazo. La pista de ciclismo está desierta. Sarango acababa de volver de un largo recorrido que lo llevó hasta Tambillo. Después, se iría a su casa, en el sector de Chimbacalle, en la misma bici.

Un ciclista con talento y corazón inmenso

Jorge Hernández, entrenador de origen cubano, dirige los equipos de ciclistas oro y grana. Desde hace seis años, él trabaja con Sarango en la pista del velódromo José Luis Recalde.

Hernández acompañó a Sarango en la inolvidable conquista de París, que, dicho sea de paso, no es la única presea del campeón: en el 2011 logró un oro y dos preseas de plata en los Juegos de Olimpiadas Especiales desarrollados en Atenas.

Entre Hernández, de bigote cano y piel curtida por el sol, y el deportista se ha generado un nexo filial. “Es un deportista que tiene grandes condiciones. Sus padres son grandes protagonistas del proceso, porque siempre han estado presentes en los entrenamientos, acompañan en los recorridos. Si uno ve a Érick, no nota de inmediato que tiene una discapacidad”.

Ahora, el pedalista está en conversaciones con el equipo de Cayambe para participar en la Vuelta Nacional de Ciclismo. Allí, según el entrenador, la meta es terminar la competencia. El próximo año tendrá las Olimpiadas de Discapacidad Intelectual en la lejana Australia.