Al cruzar la calle o ir en auto hay que ver por todo lado para no caer en algún bache. Y pese a que en algunas zonas avanzan con el mantenimiento vial, el regreso de las lluvias empeora algunos agujeros.

Los vecinos se quejan a diario de los baches que dificultan la movilidad. Algunos se arreglan pronto pero otros van días y hasta meses sin ser reparados.

Resulta que el otro día tuve que ir a El Troje y estaba yendo en el carro de un amigo. En el tramo del intercambiador de la autopista General Rumiñahui y de la Simón Bolívar de repente el carro saltó. Asustados nos bajamos. Todo ha sido por un tremendo bache.

El fin de semana fui a visitar a una amiga que vive en el valle de Los Chillos y encontré una zona en muy mal estado. A lo largo de toda la calle Los Álamos, sobre todo en la intersección con Los Cipreses, hay un montón de baches.

Un bache está causando problemas en el norte de Quito. El otro día fui a visitar a unos primos que viven en las calles Jorge Drom y Juan de Azcaray, en el sector de la Jipijapa. Al llegar, el taxi en el que yo iba se cayó en este bache y se golpeó fortísimo.

El otro día fui a visitar a un primo que vive en el barrio San Carlos, en el norte de Quito, y me dio mucha pena ver que esta zona está descuidada. El problema más grande es que en las calles Julio Larrea y Ruperto Alarcón hay un bache gigante.

Aunque en Quito se aplica un plan amplio de repavimentación en varios sectores de la ciudad, hay baches que están dejando la pubertad para pasar a ser considerados de mayor de edad.

Ya saben vecinos que me encanta la caminata y con estos soles suele ser un poquito más cansado, pero no es impedimento para salir por mi lindo Quito.

Vecinos y vecinas, mayores, cuchitos, guaguas y guambras... Dejen primero que les desee que el 2020 sea un año 10/10 para todos ustedes y para nuestra querida ciudad.

Como me encanta caminar suelo recorrer muchos barrios de Quito. El otro día me fui a pasear por La Floresta con unos amigos. Visitamos los tradicionales restaurantes y luego llegamos a la Guipúzcoa y La Coruña, en el norte de la ciudad.

El otro día unos amigos me invitaron a almorzar en su casa en la González Suárez, norte de Quito. Planificamos un asado y una buena plática. Cuando regresábamos con las carnes para prepararlas al carbón, los planes se estropearon, ya que el auto de mi amigo cayó en un bachezazo.

El otro día fui a visitar a unos panas que viven ya dos décadas por la zona del Pobre Diablo, para luego bajar en grupo hacia el estadio de Chimbacalle, en el sur de Quito, donde teníamos que disputar un duro partido para el cual nos preparamos a conciencia.

Estos días han sido para llevarme sorpresas al ver algunas calles de Quito en mal estado. Siempre será un motivo de reclamo, porque no son seguras ni para los conductores ni para los transeúntes.

Esto de las calles es un verdadero problema para la movilidad. Si no son las veredas llenas de basura o maleza, son las vías con baches y fisuras.

En plena esquina de las calles Cusubamba y Rumichaca en Santa Rita, en el sur de Quito, tres baches interrumpen la circulación de los vehículos que pasan por el sector.

En otro de los paseos por el sur de mi lindo Quito, me fui a visitar a una querida amiga que vive en la Villa Flora. Tomé el bus y luego caminé hasta llegar a la casa. Pero me sorprendió ver cuan descuidadas estaban algunas calles. Llenas de baches, huecos, basura, en fin, un escenario muy triste.

Algo pasa en la avenida Teniente Ortiz. No importa cuántas veces la bacheen, la repavimenten o le den mantenimiento.

La calle Luis Larenas del sector 5 del barrio Monjas Orquídeas luce deteriorada. Tiene más de 40 baches, algunos alcanzan hasta los 50 centímetros de diámetro y los vehículos circulan con dificultad en ese sector ubicado en el oriente de Quito.

Para escoger hay los baches en Solanda, en el sur de Quito. Resulta que en la calle José Abarcas y Francisco Rueda hay varios huecos de distintos tamaños, sabores y colores.

Es una cuestota a la que toca subir con harta fe, para que nada se atraviese y toque así no toque volver a sacar el carro. Pero ese objetivo es difícil de cumplir, porque asoman por todos lados huecos grandes, medianos y pequeños que hacen complicado el ascenso.