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29 de noviembre de 2016 17:29

Los ananais no se venden

Las banderas ya no se venden como antes. Foto: Betty Beltrán / ÚN

Las banderas ya no se venden como antes. Foto: Betty Beltrán / ÚN

Betty Beltrán

Que la Navidad resta protagonismo a las fiestas de Quito, no es una exageración para Irma Caiza. La afirmación de la vecina del barrio Edén del Valle 3 (nororiente de Quito) se refleja en aquellos locales donde, hace unos seis años, se vendían todos aquellos ‘ananais’ para estar a tono con la farra por la fundación de la ciudad.

O sea, los sombreros y los bastones del Chulla Romero, banderas de plástico, guirnaldas con la estampa de Evaristo o de la ciudad; incluso los faroles, campanas, rosetas, bolas y girasoles azules y rojos; ah, y también los antifaz.

Actualmente, todos esos productos se venden en contados locales y en poca cantidad, pues en la mayoría están abarrotados del árbol de Navidad, el Papá Noel, las luces, las estrellas, las luces… incluso en los locales de un tramo de las calles Bolívar y Benalcázar, sector de la mata de la piñatería del Centro Histórico y que acostumbraba a forrarse con los colores de la bandera de Quito.

Es más, al entrar en esos negocios, hace unos cuantos años, lo típico era oír los lindos pasacalles: Chulla quiteño, Balcón quiteño, Romántico Quito mío... En estos días, en su reemplazo suenan los villancicos y una variedad de productos navideños.
Hasta los comerciantes de algunas piñaterías de los mencionados tramos dan cuenta de aquello.

Cristina Mantuano, del local número Oe-560 de la calle Bolívar, dice que es muy poco el producto relacionado con la Fiesta de Quito que se vende, así que solo saca algunas guirnaldas y sombreros de a un USD 1 la unidad, banderas (el metro a USD 0,60) y pare de contar.

Raúl Mejía, propietario de ‘La casa de la fiesta’ de la Benalcázar, avala lo dicho y todo porque “hemos perdido identidad”. En los 30 años que se dedica al negocio de la piñatería ha visto declinar la venta de ese producto en particular.

Hace seis años, recuerda, los comerciantes minoristas compraban las cosas apenas terminaba ‘Halloween’ y ofrecían a los locales más pequeños e incluso en los barrios.
Faltando pocos días “algo compran para ofrecer a sus clientes de toda la vida y puedan hacer la Fiesta de Quito a medio gas”.

Hasta los dirigentes barriales se abastecían de 40 o 50 metros de bandera de plástico para engalanar a sus distintos barrios. Ahora, son poquitos los que se acercan a hacer ese gasto, comenta Mejía.

Y con nostalgia añade: “Antes sí que era cosa seria el festejo de Quito, se vivía un hermoso ambiente de jolgorio antes, durante y después del aniversario de la fundación”.