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9 de julio de 2019 11:11

El zigzag de la Nariz del Diablo

La ruta del ferrocarril de Alausí, aquella de la Naríz del Diablo, es una de las más difíciles del mundo. Foto: ÚN

La ruta del ferrocarril de Alausí, aquella de la Naríz del Diablo, es una de las más difíciles del mundo. Foto: ÚN

Redacción Últimas Noticias

Desde el mirador de Tolte, una comunidad indígena de la parroquia Pistishí, situada a 30 minutos de Alausí, se puede mirar cómo el tren de Ferrocarriles del Ecuador recorre por un complejo sistema de rieles para descender por una empinada montaña denominada la Nariz del Diablo.

Solo desde ese punto, por estar situado justo frente al cerro, se puede observar el ‘zigzag del tren’, una ingeniosa maniobra en la que el tren llega hasta un punto y luego retrocede en la pendiente. Esta maniobra diseñada por los ingenieros del equipo del presidente Eloy Alfaro le dio la fama al sector de ‘la ruta en tren más difícil del mundo’.

La comunidad aprovechó ese espectáculo para iniciar un emprendimiento turístico asociativo. En Tolte se ofrecen recorridos por un sendero que llega hasta el mirador para observar el tren en compañía de guías nativos, cabalgatas por la comunidad, recorridos en bicicletas, visitas a las granjas frutales y hortícolas, artesanías y un menú típico en el restaurante comunitario.

Pero la oferta turística no solo se limita a los servicios para los visitantes y disfrutar de los paisajes de la serranía, sino que también incluye la experiencia de compartir con los comuneros, su cotidianidad, el trabajo en las granjas, las leyendas y las prácticas culturales de los puruhá.

La iniciativa, patrocinada por la Fundación Maquita Cusunchic (MCCH), comenzó con un grupo de nueve mujeres de la comunidad en el 2009.

“En un inicio todos éramos incrédulos, no pensamos que los turistas iban a querer venir hasta acá, luego nos capacitamos, descubrimos en el turismo una oportunidad para progresar y decidimos apoyar este proyecto”, cuenta Francisco Moina, de Pistishí.

La primera acción fue la capacitación para los prestadores de servicios turísticos. Nueve mujeres fueron seleccionadas para aprender sobre atención en cafeterías y preparación de alimentos mientras que otros 17 jóvenes y adultos se preparaban como guías.

Rosa Sauce fue una de las fundadoras de la iniciativa: “Aquí la economía era desesperante, dependíamos solo de la agricultura y como no tenemos agua, ganábamos poco, por eso todos migraban al extranjero”. Todo cambió en cuanto empezó a trabajar en el restaurante comunitario.