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15 de enero de 2020 11:15

Ximena Carcelén, historiadora de muchos quilates

Ximena Carcelén tiene en su casa obras de arte que las disfruta y admira. Foto: Betty Beltrán / ÚN

Ximena Carcelén tiene en su casa obras de arte que las disfruta y admira. Foto: Betty Beltrán / ÚN

Betty Beltrán
(I)

No es quiteña, pero es como si lo fuera. Ximena Carcelén nació en Ibarra, en 1951, y a los ocho años dejó su terruño, cuando sus hermanos mayores (siete en total) se vinieron a Quito a la U.

Ya en la capital, entró en la Escuela Sagrados Corazones, después se matriculó en el Colegio Santo Domingo de Guzmán y luego en la Universidad Católica. En cada una de esas facetas le apostó a la excelencia.

Como su padre fue abogado y un hombre muy culto, estuvo rodeada de música, de arte, de literatura... y siempre supo que de adulta sería una gran historiadora. Es más, cuenta que iba al museo de San Francisco y se deleitaba, igual le ocurría en la Compañía de Jesús.

En la Católica le dio con fe a la Historia, también se vinculó a la Antropología, y el padre dominico José María Vargas fue su profesor de Arte Ecuatoriano. Cuando la universidad se cerró, por los años 70, formó parte de un grupo de estudio que recibía clases privadas de Historia Universal, con Ulises Estrella.

Luego retomó los estudios formales y trabajó en el monasterio del Carmen Bajo, cuando se restauró el retablo mayor. Ella hacía la investigación histórica iconográfica y estilística de esa joya, y desde allí se vinculó a los proyectos.

Ximena Carcelén coordinó el montaje de los niños de Santo Domingo. Foto: archivo / ÚN

Ximena Carcelén coordinó el montaje de los niños de Santo Domingo. Foto: archivo / ÚN

Más tarde trabajó en el Museo Jijón y Caamaño, de ‘La Cato’; posteriormente vinieron otros desafíos. Fue la encargada del Centro Cultural de esa casa de estudios y llenó todos los pisos con más mobiliario museográfico.

Se siente orgullosa porque allí organizó la exposición más grande de Oswaldo Guayasamín; hubo dibujos, grabados, retratos…

Su primer acercamiento con las reservas, iglesias y museos fue cuando encontró, junto con el padre Julián Bravo, director de la Aurelio Espinosa Pólit en aquel entonces, un manuscrito de José Navarro sobre la historia de la pintura, y editó un gran libro.

Hubo más, vinieron las curadurías para trabajos fuera del país. Y fue así como llevó exposiciones con obras del Ecuador a Lima (Perú), Hamburgo (Holanda), San Sebastián (España), Manila (Filipinas), Nueva York (EE.UU.)…

La cosa no acababa ahí, porque con cada exposición organizaba talleres, seminarios… pues una muestra no es solo montar obras sino explicar por qué se la hace, a través de programas educativos. Tiene tanta experiencia que hasta trabajó en la Unesco.

Y sigue vinculada al arte, porque le apasiona poner en valor aquel que guardan las ciudades. Su esposo y sus tres hijos le apoyan en todo. De aquí en más, aspira a que la gente se maraville en las exposiciones.