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24 de agosto de 2021 16:36

La Virgen del Volcán tuvo su procesión al Pichincha

Priostes y devotos con la imagen, en la parroquia de Lloa. Foto: cortesía

Priostes y devotos con la imagen, en la parroquia de Lloa. Foto: cortesía

Betty Beltrán

No fue a la vieja usanza, pero la Virgen del Volcán tuvo su procesión. Un año más sin hacer ese homenaje a una de las dos patronas de Lloa era impensable, por eso se armó la fiesta religiosa, aunque haya sido con una procesión en vehículos.

Ningún devoto fue a pie para evitar que se amontonen y alejar los contagios del covid-19, aseguraron los fieles de la parroquia rural de Quito. Se practicaron todas las medidas de bioseguridad, considerando que seguimos en pandemia.

Este domingo 22 de agosto del 2021, al caer la tarde, la imagen que pesa casi 2 quintales fue devuelta a su casa, una gruta construida donde empieza la nieve del Pichincha.

La tradición de bajar a la imagen hasta el poblado se reedita anualmente. Según Gonzalo Sotomayor, síndico de esta devoción a la Virgen, la costumbre empezó en 1990 para “que cuide a los habitantes del Guagua Pichincha”, que en 1988 dio señales de reactivación.

Vicente Vela, vicepresidente de la parroquia de Lloa, rememoró el paso a paso de esta ceremonia que jala harto devoto. Todo comenzó el viernes 13 de agosto, cuando a las 09:00 una caravana de carros partió del parque central hacia las faldas del Guagua.

Adelante, en una ‘chiva’, iba el párroco Darío Arévalo. Atrás, en otros vehículos, el síndico Sotomayor; los priostes, miembros de las familias Pillajo Naranjo, Naranjo Cantares y Naranjo Vela. Al final, los acompañantes.

Momento en el que la imagen era descendida del volcán Pichincha. Foto: cortesía

Momento en el que la imagen era descendida del volcán Pichincha. Foto: cortesía

A las 10:30 llegaron al refugio y solo los cargadores, grupo de personas que lleva a la Virgen en andas, y los priostes subieron unos 20 minutos hasta la gruta para bajar a la imagen. Entre todos sumaron, aproximadamente, 30 personas.

De vuelta en el refugio, la imagen fue embarcada en la chiva de Jaime Viracucha. De allí hubo varias paradas en los sectores La Planada, Pujín, Jaramillo, Monjas…, en total siete descansos antes de entrar en el pueblo.

Cada vez que detenían la marcha, los participantes eran invitados a compartir una comida tradicional y nadie se bajaba, todos recibían el caldo de gallina en tarrinas o la fritada en fundas, y por las ventanas de los autos, contó Vela.

Solo cuando la banda de pueblo se les juntó, por turnos, algunas personas se bajaron de los carros para echarse un buen paso al son de los sanjuanito o albazos. No faltaron las alabanzas.

Y así, entre rezos, comida, bailes, el reloj marcó las 15:00. Se realizó una procesión motorizada por el centro del poblado.

Luego vino la misa en El Cinto. Al templo ingresaron 150 personas. En tiempos normales entraban 500, apuntó Vela.

Luego se volvió al parque de Lloa y, al fin, a la Virgen se la dejó en la iglesia para su descanso. En los días sucesivos, la imagen fue llevada a visitar algunos barrios, como San José, Urauco, Chirinto… y en la noche se realizó la novena.

Tras todo este itinerario de fe, acotó Vela, este último sábado se realizó el fin de fiesta con una eucaristía, la serenata, pirotécnicos, banda… Para el domingo, una vez culminada la misa de El Cinto, los priostes fueron a dejar a la Virgen en su gruta del Guagua.

El año anterior todo se hizo escondidito para evitar tentaciones, apuntó Vela. Este año hubo la procesión motorizada y uno de los pedidos a la Virgen fue que para el próximo año la fiesta sea a la vieja usanza.