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19 de marzo de 2020 09:05

‘No lo tomen como calamidad’

Las monjitas de claustro hacen una procesión dentro del predio. Foto: cortesía Monasterio del Carmen Alto

Las monjitas de claustro hacen una procesión dentro del predio. Foto: cortesía Monasterio del Carmen Alto

Betty Beltrán

Vivir dentro de casa y evitar salir de esas cuatro paredes no es una calamidad, es una gracia. La frase es de Verónica de la Santa Faz, superiora del monasterio del Carmen Alto, aquel que está en la esquina de la calle Benalcázar y Rocafuerte (Centro de Quito).

Son 20 religiosas de la orden de las Carmelitas Descalzas quienes habitan en ese predio patrimonial. La más viejecita tiene 90 años, y la más jovencita 20. Todas llevan una vida de clausura, entre la oración y el trabajo. Así que el confinamiento ordenado por el Gobierno para evitar contagios del covid-19, no les hace mella.
Ellas están acostumbradas al encierro y, por eso mismo, son las más autorizadas para decir que vivir sin pisar la calle no es el fin del mundo, sino más bien una oportunidad para estar en familia y encontrase a sí mismo.

Como la preocupación por la pandemia es de todos, las carmelitas han incrementado sus oraciones. Incluso, a partir de las 17:00, realizan una procesión por el interior de su casa, aquella que fuera de propiedad de la primera santa del Ecuador, la Azucena de Quito: Marianita de Jesús.

Era el año de 1645 y el país estaba asolado por grandes pestes. Así que Marianita de Jesús, rememora la religiosa, “ofreció su vida para calmar esos horrores, de ahí que la procesión por donde brotó la azucena es con el rezo de la letanía de los santos y con eso pedir que pare esta pandemia”.

A parte de este acto de fe, ¿cómo es la vida dentro del monasterio? La madre Verónica de la Santa Faz comenta que por el estilo de vida claustral solo salen para cosas puntuales: al médico, al banco, a comprar ropa o calzado...

Su día a día es “ora y elabora”, agrega. Se levantan a las 04:30 y a las 05:00 ya están rezando el Laudes, luego la oración personal y pedidos por la humanidad. A las 07:00 tienen la eucaristía, que por esta emergencia lo hacen con la transmisión de Radio María; y comulgan al pie del sagrario.

Tras el desayuno, entre las 09:00 y 11:50, la comunidad se integra a los oficios. Cada hermana está en el taller de costura, elaborando las hostias, en la sacristía, haciendo galletas y chocolates, en las labores dela cocina, atendiendo a monjitas enfermas…

Otra hermana, con las debidas protecciones, atiende el torno por donde se entregan los productos que la gente les compra. Con la emergencia sanitaria, no venden nada, solo atienden a las personas pobres que hasta ayer llegaban a pedirles alimento u otro tipo de ayuda. También les brindan una palabra de consuelo y aliento.

A las 12:00 llega el rezo del Angelus y Sexta… Luego el almuerzo que por Cuaresma es más sobrio; desde las 12:45 hasta las 13:45 se instalan en la recreación, y de ahí para adelante tienen el descanso en las celdas personales.
Unos 20 minutos antes de las 15:00, se alistan para el rezo de la Nona y la visita al Santísimo; también continúan con la formación personal, que no para. Siguen su vida tal cual, acota la madre Verónica de la Santa Faz.

A las 17:00 hacen la procesión por los claustros y la casa de Santa Marianita de Jesús, para las 19:00 salen a la cena, luego el oficio de lectura. Solo a las 20:45 realizan la última oración con Las Completas y van a descansar.

Nada queda al azar, la vida dentro de casa hay que programarla y no deben asustarse, agrega la madre Verónica de la Santa Faz, porque este momento es delicado y deben quedarse dentro del hogar por la salud de todos. Este tiempo, agrega, debe ser aprovechado para encontrarse consigo mismo y compartir con los hijos. Es un momento de gracia, no solo de calamidad.