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18 de abril de 2019 11:35

Más de 300 sacerdotes renovaron sus votos

Aparte de los sacerdotes, estuvieron diáconos, seminaristas y feligreses que repletaron la iglesia de La Catedral. Foto: Betty Beltrán / ÚN

Aparte de los sacerdotes, estuvieron diáconos, seminaristas y feligreses que repletaron la iglesia de La Catedral. Foto: Betty Beltrán / ÚN

Betty Beltrán
(I)

Decenas y decenas de casullas, albas, cíngulos, y estolas se ubicaron en los corredores del segundo piso de la casa De Casillas, localizada en el sector sur de la Catedral Primada de Quito (Centro Histórico).

Hasta ese sitio llegaron este jueves 18 de abril del 2019, antes de las 08:00, algo más de 300 curitas de la Arquidiócesis de Quito para revestirse con esas prendas blancas, el color litúrgico de esta época de Semana Santa. Y lo hicieron con ilusión porque este día se celebró la tradicional Misa Crismal. Se trata de una ceremonia que se lleva a cabo el Jueves Santo de cada año.

En esta conmemoración ocurren tres cosas: los sacerdotes renuevan sus votos, se consagra el Santo Crisma y se bendicen todos los óleos que se utilizarán durante el resto del año en los bautismos, unciones de enfermos, confirmaciones... en las diferentes parroquias católicas.

René Coba, obispo castrense del Ecuador, recordó que “en este día el sacerdote no se siente suelto, está unido con su obispo y el obispo con el Papa”. En todas las catedrales del país y del mundo el obispo se reúne con sus sacerdotes de cada diócesis para desarrollar esta misma ceremonia.

A pocos minutos de comenzar la Misa Crismal, los más de 300 religiosos esperaban serenos y pensativos en la casa De Casillas; Ana Lucía de Monje, coordinadora del servicio parroquial de Emaús, les hacía la conversa.

Antes les dio la bienvenida y los llevó al rincón donde estaban las prendas blancas de la talla de cada sacerdote. Sus pertenencias las guardaban en un ropero habilitado para ese preciso efecto.

En la casa De Casillas, prepararon a los sacerdotes antes de la ceremonia. Foto: Betty Beltrán / ÚN

En la casa De Casillas, prepararon a los sacerdotes antes de la ceremonia. Foto: Betty Beltrán / ÚN

A las 08:33 arrancó la ceremonia. Los seminaristas con incienso y la cruz procesional fueron los primeros en salir hacia el templo que estaba completamente lleno con feligreses que asistieron a esta misa. Las eucaristías normales se volverán a oír en las iglesias católicas recién desde el sábado en la noche, conocido en la tradición cristiana como el Sábado de Gloria.

Tras los seminaristas, aparecieron todos los sacerdotes y uno de ellos cargaba el evangelio. Después se dejaron ver los canónigos, los obispos eméritos, el nuncio y el arzobispo que presidió la misa. El cardenal ya estaba sentado bajo el altar mayor.

Los integrantes del coro del Conservatorio Jaime Mola se destacaron con los temas interpretados, sobre todo en el instante de la renovación de las promesas sacerdotales. Un instante muy emotivo.

Igual de solemne fue el instante de la liturgia de bendición de los óleos: santo crisma, óleo para los enfermos y óleo para los catecúmenos. En esos signos, contó el obispo Coba, “el Señor concede su gracia y fortaleza en la administración de sacramentos”.

Los diáconos, quienes serán ordenados sacerdotes en otra ceremonia, fueron los encargados de llevar en procesión hasta el altar los aceites y los bálsamos benditos. Los fieles los miraban con curiosidad y uno que otro musitó: “Bendito sea, bendito sea...”.