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18 de diciembre de 2018 10:48

Se enfrentó a sacapintas para evitar que le roben USD 2 500 

El arma con la que se produjo el ataque está guardada como evidencia. Foto: cortesía

El arma con la que se produjo el ataque está guardada como evidencia. Foto: cortesía

Diego Bravo
(I)

Han pasado dos semanas pero las imágenes siguen intactas en su cabeza. En el relato de los hechos busca respuestas para entender cómo sobrevivió a tres disparos de unos sacapintas y cómo logró detener a uno de ellos.

Era el 6 de diciembre cuando este joven, de 26 años, se enfrentó a dos asaltantes para impedir que le roben los USD 2 500 que sus padres retiraron de un banco en Guamaní. Manuel lo recuerda así:

“Era mediodía. Entramos a un restaurante para comer. Mi madre llevaba los USD 2 500 en una bolsa de tela. Pedimos tres almuerzos y en unos tres minutos se acercaron dos hombres delgados, de 1,70 metros de estatura. De forma agresiva nos pidieron que les entreguemos el dinero, pero mi madre se negó.

“Uno le apuntó a mi padrastro con su revólver y le dijo: quieto o te mato. Al ver que mi mamá no les daba el bolso, otro delincuente forcejeó con ella, pero no lo soltaba. Entonces, la arrastró hasta afuera.

“Yo reaccioné y lo miré frente a frente. Tenía la funda con el dinero y le grité para que la soltara. Finalmente lo hizo y mi error fue perseguirle. Al momento que corría detrás de él, otro delincuente se cruzó delante de mí y me disparó. Recibí tres impactos de bala, uno en el pecho y otros dos en el estómago.

En ese instante, yo pensé que iba a morir, sobre todo por el tiro a la altura del corazón. Fue duro el golpe de la bala, pero no sangré.

“Pensé que eran proyectiles de goma y continué persiguiéndolos. Los otros disparos tampoco me hicieron daño. Me propuse alcanzarlos.

“El tipo se asustó, alcancé a patearle en los pies y cayó. El otro se acercó para pelear conmigo y le di un golpe que lo tumbó al piso. Pedí auxilio a unos señores de una mecánica, pero se escondieron. Luego atrapé a un asaltante y lo tenía sobre el piso. El otro nuevamente se volvió a cuadrar frente a mí y con palabras soeces me dijo que le suelte a su amigo. Luego notó que mi padrastro venía atrás para ayudarme y huyó.

“Me dijo ‘ya te conozco, te voy a dar cacería y te mato’. Minutos después, cuando el otro estaba sometido en el piso, la gente se amontonó y lo golpeó. Con mi padrastro le amarramos las manos y pies con los cordones de sus zapatos. Llegó la Policía y se lo llevó.

“Luego supe que las balas no me hicieron daño porque eran de un calibre inferior al tambor del revólver. Eran más pequeñas y no salían con fuerza al ser disparadas. Corrí con mucha suerte, hasta los policías se sorprendieron y me preguntaron si usé chaleco antibalas. Vestía solo una camiseta. Gracias a Dios estoy vivo.

“No podíamos perder los USD 2 500 porque con eso iba a pagar la mediación de un accidente de tránsito que tuve el 26 de noviembre pasado cuando unos desconocidos me dieron escopolamina y se chocaron contra otro vehículo en mi taxi. Ocurrió en el sector de La Mena, en el sur de Quito.

“Ese día, un cliente me solicitó una carrera en la entrada a Caupicho. Me pidió que lo llevara a un centro nocturno y que le sirva como chofer durante la noche a cambio de USD 60. Acepté y lo trasladé al lugar indicado. Me invitó a pasar con él, pero no acepté. Tampoco la cerveza que me ofreció de forma cordial.

“Le acepté una bebida energizante ya que el envase estaba sellado. Consumí un bocado y comencé a sentirme mal, con mucho sueño. Mientras, él y otros hombres salieron del local.

“Comencé a conducir el taxi y llegué hasta la terminal de Guamaní del corredor suroriental. De ahí no recuerdo lo que pasó. Lo último que les dije fue que me sentía mal y raro, por lo que les pedí que se bajaran, pero era demasiado tarde. Ocurrió cerca de las 20:45.

“Luego supe que se llevaron el taxi conmigo adentro y visitaron varias discotecas. Se embriagaron y se chocaron contra otro vehículo en La Mena. Mi carro quedó destrozado en el lado del acompañante, principalmente el faro y la puerta derecha. El guardachoque del otro automotor también quedó destruido.

“Tres días después recuperé los cinco sentidos, tenía mucho dolor de cabeza.
“No me acordaba lo que pasó. No entiendo por qué me pasan este tipo de cosas. Mucha gente me ha dicho que me haga una limpia, pero no creo en eso”.