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23 de julio de 2019 09:27

Las rocolas siguen sonando en el Centro de Quito

Marco Bedoya, del restaurante Hasta la Vuelta Señor, en su AMI. Foto: Betty Beltrán / ÚN

Marco Bedoya, del restaurante Hasta la Vuelta Señor, en su AMI. Foto: Betty Beltrán / ÚN

Betty Beltrán

En el corazón del Centro de Quito, las rocolas no pierden vigencia. Harán seis meses que tres de estos aparatos se sumaron a los dos que seguían sonando. Este Diario las ubicó a las cinco.

A la altura de la parada del Trolebús Cumandá (av. Maldonado) está la primera pieza. Ruth Borja, propietaria del salón de hervidos de naranjilla Tropical, asegura que ese dispositivo es la joya de su local que tiene más de 75 años de funcionamiento.

Ella atiende de martes a sábado, y sus clientes llegan a probar la bebida tradicional y a escuchar algunos de los 60 temas de antaño que guarda su dispositivo. Antes de marcharse, el visitante se hace una foto junto a ese aparato de 65 años.

Ruth Borja, junto a su esposo, siempre escuchan pasillos en su vieja rocola. Foto: Betty Beltrán / ÚN

Ruth Borja, junto a su esposo, siempre escuchan pasillos en su vieja rocola. Foto: Betty Beltrán / ÚN


La segunda pieza, hecha en 1958, está en el restaurante Hasta la Vuelta Señor, del Palacio Arzobispal. Con un sucre (antigua moneda del Ecuador) puede pedir su canción; desde un pasillo de JJ hasta los clásicos de Leo Marino. No faltan los temas de Elvis Presley, Rolling Stones, Beatles...

Marco Bedoya, gerente del lugar, comenta que es de marca AMI y todas las piezas son originales. Los discos que en su vientre están eran de su abuela.

Las últimas en hacer su entrada fueron las tres rocolas del Museo-Escuela del Pasillo, ubicado en las calles García Moreno y Bolívar. Ricardo Rivadeneira, museógrafo encargado de montar ese repositorio, fue el encargado de adecuarla a la tecnología actual una de esas rocolas (la hizo karaoke). El proceso demoró alrededor de tres meses.

Otra de las rocolas del Museo está en la sala sensorial y es de tipo expositivo-museable, para ver cómo funcionaban. Y la tercera está en la cantina El Aguacate, en donde se realizan las presentaciones en vivo.

Ricardo Rivadeneira y Mario Godoy muestran a la rocola karaoke del Museo. Foto: Betty Beltrán / ÚN

Ricardo Rivadeneira y Mario Godoy muestran a la rocola karaoke del Museo. Foto: Betty Beltrán / ÚN


Luis Sumba, técnico en rocolas, asegura que el último reducto de estos aparatos en el Ecuador está en Azuay (Cuenca, Gualaceo y Paute). Hay pocas y son de uso personal, cuenta. Y lo sabe porque es él quien las busca por todo el país; las consigue muy apolilladas en Guayas y Los Ríos.

Una vez recogidas las lleva a Cuenca en donde las arregla e incluso les pone un mueble nuevo. Ese trabajo puede demorar hasta un mes y una vez vueltas a la vida las vende, en promedio, en USD 1 200.

Sin embargo, hay otras más costosas; por ejemplo, de la marca Wurlitzer, Seeburg, AMI Rowe… El precio puede estar entre USD 2 500 las pequeñas (1.20 de altura, 90 centímetros), pero las que tienen neones estarían en USD 5 000.

Mario Godoy, director del Museo del Pasillo, recuerda que las primeras rocolas fueron de fines del siglo XIX, en Estados Unidos. Y en Ecuador, por los años 20, llegaron los primeros aparatos. Sin embargo, en los años 50 llegó el boom al país, primero en la Costa y luego en la Sierra. Y la rocola floreció en los 70.