placeholder
Las Últimas
31 de octubre de 2017 08:27

Quito tiene sus propios 'cucos'

La Viuda de El Tejar. Leyendas Nocturnas, lo dirige Karina Jaya. Foto: ÚN

La Viuda de El Tejar. Leyendas Nocturnas, lo dirige Karina Jaya. Foto: ÚN

Redacción Últimas Noticias


Nada que los Jason, Freddy Krueger, payasos malditos… Quito tiene sus propios cucos. El Tejar y San Diego son dos albergues de espantos, de historias que se intercambian entre vecinos y las interpretan los actores de Leyendas Nocturnas.

Los personajes deambulan en la memoria de la comunidad, como el espíritu de la viuda de El Tejar, que asustaba a los chumados. Murió de soledad y desilusión.
María de la Cruz la llamaban en vida. Su novio Joaquín andaba en amoríos con la prima de la mujer. Ella los trincó y rompieron, pero, finalmente, se casaron.

La pariente practicaba la magia negra y les hizo la malilla. Joaquín enfermó y murió. Luego María falleció sola y en las noches caminaba por el barrio, primero encantaba a los chumados y luego les mostraba su rostro de cadáver.

Otras almas en pena le hacen la competencia a la viuda y se le presentaron, en marcha fúnebre, a un hombre que le gustaba la copa. Le advirtieron que dejara el vicio y le dieron un hueso.

Como el hombre seguía en el vicio, volvieron. El chumadito más pilas había llevado el hueso a la iglesia de El Tejar para pedir por su salvación. Y sí dejó la chuma.

Una tercera alma se escapó, pero del cementerio de San Diego. Cuentan que una tarde de lluvia, un joven vio a una chica corriendo, se le acercó, le prestó la chompa y la acompañó hasta su casa.

El joven quedó prendado y al día siguiente volvió a visitar a la mujer y, de paso, a retirar la chaqueta. Se encontró con la noticia de los padres de la chica: ella había muerto tiempo atrás y estaba sepultada en San Diego. Ellos lo encaminaron para que viera la tumba y encontraron, sobre la cruz del sepulcro, la prenda.

Otro que espantaba era Manuel, el vendedor de cordones. Pero lo hacía sin querer. Cuando se hacía tarde por andar de juerga, no avanzaba a subir a su casa en El Placer y se quedaba a dormir en una tumba vacía de El Tejar. Tenía la mitad de la cara desfigurada y, al siguiente día, cuando los deudos iban a poner flores, se llevaban tremendo susto.

Se regó el rumor y cuando descubrieron que era Manuel decidieron darle un susto. Un grupo de vecis se disfrazaron y repetían: “Tú que estás en esa tumba, esa tumba es mía”. Y ni más.