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7 de junio de 2019 08:55

Quito tiene una princesa europea

María Cristina de Borbón-Dos Sicilias y Wittelsbach en la flor de su juventud. Foto: cortesía Colectivo Ladrillos de Quito

María Cristina de Borbón-Dos Sicilias y Wittelsbach en la flor de su juventud. Fotos: cortesía Colectivo Ladrillos de Quito

Betty Beltrán
(I)

Quito jamás tuvo realeza europea, pero sí una princesa que llegó de las lejanías amó y murió en esta tierra de chullas. María Cristina de Borbón-Dos Sicilias y Wittelsbach dejó su patria y se vino por estos lares solo por amor a un paisano, y se quedó para siempre.

El idilio, según cuenta el historiador Héctor López Molina, empezó en Roma, en 1948. La princesa, ya de 47 años, conoció ese año a Manuel Sotomayor-Luna y Orejuela, diplomático ecuatoriano que desde 1944 era el primer embajador ante el Vaticano. Fue un flechazo a primera vista.

La familia real de las Dos Sicilias, tras la desaparición del reino en 1861, se exilió en Madrid (España) y en 1884 nació María Cristina. Era la segunda hija de los príncipes Fernando Pío de Borbón-Dos Sicilias y María Luisa Teresa de Baviera.

Manuel vio la luz en 1884, en Quito; su padre era un rico hacendado guayaco, Manuel Sotomayor-Luna y Miró, y su mamacita la aristocrática quiteña Rosa Orejuela Arteta.

El romance marchaba viento en popa, hasta que a él le propusieron ser candidato a la Vicepresidencia del Ecuador como binomio del conservador Manuel Elicio Flor Torres. Aceptó la propuesta y la pareja apresuró su matrimonio para el 2 de mayo de 1948.

La pareja fue una celebridad en los años 50 del siglo pasado en Quito.

La pareja fue una celebridad en los años 50 del siglo pasado en Quito.

Ya en Quito, los casados echaron raíces en una residencia del aristocrático barrio La Mariscal, que para ese entonces estaba lleno de palacetes y mansiones al estilo europeo. Y fue así que la princesa recién llegada se convirtió en toda una celebridad.

En aquella época en Ecuador se elegían por separado al presidente y al vicepresidente. Manuel se convirtió en vicepresidente del candidato rival, Galo Plaza Lasso. Los enconos no faltaron. Un 26 de julio de 1949, hubo un ataque simultáneo a las casas del presidente y del vice por Julio Germán, subinspector de la Guardia Civil. Aquello desencadenó una angina de pecho en Sotomayor-Luna y para recuperarse fue a Guayaquil. Pero falleció el 16 de octubre de 1949.

A poco más de un año de haber contraído matrimonio, la princesa se quedó viuda y sin hijos. Cuando regresó de Guayaquil a Quito enterró a su esposo en la cripta de la iglesia de Santa Teresita, cercana a su mansión en La Mariscal. Allí María Cristina, que se había casado profundamente enamorada, juró nunca separarse de la tierra de su amado.

Con el tiempo, la noble se fue a vivir en la calle La Colina. Se supo que fue una mujer risueña y humilde de carácter, muy educada y que sabía cantar muy bien. Le gustaba la jardinería y tenía su propio huerto de hortalizas en casa, también era una gran lectora y jugadora experta de bridge.

Las tumbas de María Cristina y de Manuel se  encuentran juntas en la iglesia de Santa Teresita. Foto: Betty Beltrán / ÚN

Las tumbas de María Cristina y de Manuel se encuentran juntas en la iglesia de Santa Teresita. Foto: Betty Beltrán / ÚN

Se cuenta que pasó muchos agobios económicos y que incluso llegó a vender varias de sus joyas y otros objetos de valor que había traído de Europa. Falleció en el completo anonimato, el 14 de abril de 1985, a sus 85 años. Fue sepultada junto a su esposo.

Hasta el sol de hoy, en la cripta de Santa Teresita están las dos tumbas, una sobre otra. En la placa de ella se lee: “S.A.R. Principessa María Cristina Di Borbone Delle Due Sicilie de Sotomayor Luna”.

El lugar es extremadamente frío y no hay una sola flor. Cuando se inauguró este espacio, el 2 de noviembre de 1941, había 300 nichos y mil urnas. Ahí descansan personajes como el expresidente Sixto Durán Ballén y el arquitecto Francisco Durini Cáceres. La tumba de la ilustre pareja está justo frente a un espacio destinado a los rezos de los familiares que pudieran llegar a visitarlos.