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20 de diciembre de 2019 07:58

Pesebres gigantes de las vecinas de barrios de Quito

Gloria Naranjo, de la Loma Grande, hace su Belén gigante hace 60 años.

Gloria Naranjo, de la Loma Grande, hace su Belén gigante hace 60 años.

Betty Beltrán
(I)

No es que sean los únicos, pero sí unos muy admirados en sus barrios. Los pesebres de doña Gloria de Naranjo, de la Loma Grande; de Mónica Viteri, de la Dammer 2, y de Tatiana Sangoquiza, de El Inca, son gigantes.

El característico sonido de las luces musicales de Navidad suena, de día y de noche, en la casa de Gloria de Naranjo, en el pasaje Zaldumbide y Luis F. Chávez (Loma Grande, centro de Quito). Allí habita 60 de sus 80 añitos.

Esta temporada es la más maravillosa para ella, porque tiene 17 nietos, 11 bisnietos. Sin embargo, dice que el pesebre gigante lo hace solo para ella. El arreglo ocupa todo un cuarto de alrededor de 20 m².

Sus nietos le han dado buena parte de las piezas que tiene su portal. Allí se ve el desierto, la selva, la guardería, el circo con payasos, el mercado…

Y si de personajes se trata, tiene picapiedras, enanitos de Blanca Nieves, familia de ratones... hasta las extintas torres gemelas.

¿Cuántas figuras tiene? Asegura que no las ha contado; algunas de ellas, aquellas más grandes y antiguas, las heredó de su suegra, madre y ñañita.

Una semana entera se demora para hacer esa decoración, y para volver a guardar, otros tres días. A veces el nacimiento gigante lo deja hasta marzo. Así estira aquella fecha que, desde guambra, sueña con celebrar. Le encanta.

No faltan los rezos de la novena y la cena con la familia en pleno. Pasar con todos los suyos es el sentido de la Navidad, agrega. Y como le gusta tanto, a sus cinco hijos les enseñó a hacer pesebres bien grandes.

Tatiana Sangoquiza, de El Inca, construye su portal grandote. Fotos: Betty Beltrán / ÚN

Tatiana Sangoquiza, de El Inca, construye su portal grandote. Fotos: Betty Beltrán / ÚN

En el norte, en El Inca, hay otra escenografía navideña de grandes dimensiones. Es la de Tatiana Sangoquiza; cuando le preguntan de dónde sacó esa paciencia para armar y desarmar semejante nacimiento que ocupa 35 m², ella sonríe y dice que eso le encanta y que no es trabajo.

Vive en las calles Tixán y Madreselva y su pesebre creció como su familia. Hace 20 años, cuando se casó, tenía un pesebre que entraba en una caja de zapatos. Allí lo armaba con felicidad. Pero, fue creciendo.

Su esposo Eduardo Montenegro, quizá con más fe que ella, le ayuda. Él siempre le compra alguna cosita para el Niño; y como es aficionado a las manualidades, desde agosto comienza a hacer piezas para agrandar el Belén; es decir, casa, puente, pozo…

Al río que tiene le aumentaron otras figuras de la serranía. Hay pueblitos, bandas, baile de la cinta, personajes de las distintas nacionalidades, danzantes y los diablos Huma.

El Belén tiene piezas de unos 80 cm hasta unas bien enanitas. Adonde van de paseo, compran cositas; la paja que pusieron este año es de Colombia.

Cuando cae gente de afuera se va enamorada de lo que ve y se lleva fotos para sacar pecho en el Facebook.

Una vez que termina la Navidad, todo vuelve a guardarse. Pero el Niño se queda en el altar de la sala.

También en el norte, en la Dammer 2, cerca del parque, está la casa de Mónica Viteri. Toda la sala de la vivienda se necesita para que ella ponga su pesebre enorme. Cuenta que es una tradición desde que era niña. Hasta ahora conserva unas figuritas de su niñez.

Ocho días con sus noches le lleva armar lo esencial del pesebre y otro par de semanas tarda en darle los toques distintivos.

Aunque, en realidad, es un trabajo de todo el año. Doña Mónica, de 63 años, hace con sus propias manos las casitas del pesebre, que cada Navidad aumentan. Usa cartón, espumaflex, les da acabados de enlucidos, pone chapitas en las puertas, las hace de dos pisos... en su paseos toma una ramita por ahí, una hoja por allá, que luego se transforman en puertas, techos, pisos.

Su esposo Jaime Córdova le ayuda en su cometido, al igual que sus dos hijas. Los demás parientes colaboran trayendo muñequitos de todo sitio que visitan.

En el Belén están representadas todas las escenas bíblicas que tienen que ver con el nacimiento de Jesús. Y queda en pie hasta febrero para la visita obligada de familiares y coccoidos.

¿Por qué tanto esfuerzo? Por los recuerdos dice, y por agradecimiento a todo lo que le ha dado el Niño.