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12 de febrero de 2020 11:18

José Luis Jiménez, el encantador de la madera

El artista José Luis Jiménez en su taller en la tradicional calle de La Ronda. Foto: Betty Beltrán / ÚN

El artista José Luis Jiménez en su taller en la tradicional calle de La Ronda. Foto: Betty Beltrán / ÚN

Betty Beltrán
(I)

Es más quiteño que el locro de papas. José Luis Jiménez nació hace 37 años en pleno sector de San Blas. Es un ferviente enamorado de las iglesias, conventos, monasterios y museos del Centro Histórico.

Con orgullo cuenta que, desde guambrito, era un visitante asiduo de esos lugares y nunca se cansó de mirar los retablos, los santos, el artesonado… Con 13 años buscaba todo el detalle de esas bellezas y preguntaba a los hombres que estaban en los andamios.

Estudió en la Escuela Andrés F. Córdova (Ciudadela México) y en el Colegio San Pedro Pascual (El Tejar). Siempre se inclinó por el trabajo artístico, era buenazo para el dibujo. Pero en tiempo de universidad se decantó por la ingeniería en sistemas, en la Politécnica.

Como no se hallaba, al cabo de un semestre buscó otra alternativa. Un día, cuando caminaba por la plaza de Santo Domingo vio un letrero: “Escuela de Artes Taller Quito, inscripciones”. Y se anotó en el oficio de pintura. Allí tampoco se quedó porque, como dice, “es muy plano”.

La segunda fue la vencida: escogió tallado en madera, y ahí echo raíces. Le gustó tanto porque el trabajo era en volumen: muebles, marcos, esculturas, retablos… todo era en madera y combinaciones de oro, óleo, acrílico, ojos de vidrio. Allí, con 19 años, hizo nido.

Jiménez cuando daba sus primeros pasos en el tallado. Foto: cortesía

Jiménez cuando daba sus primeros pasos en el tallado. Foto: cortesía

Como el talento le sobraba, estuvo cinco años en la Escuela de Arte, cuando en realidad eran tres. Solo los mejores accedían al taller de producción. A lo largo de 10 años participó en proyectos para restaurar iglesias, solo le faltó intervenir en la de las Agustinas.

Después de participar en las obras de restauración de patrimonio, ahorró para estudiar Arquitectura en una universidad privada, en el 2015. Luego presentó un proyecto (Manos en La Ronda) y se puso el taller demostrativo en esta calle emblemática del Centro.

A medida que pasa el tiempo, José Luis se vuelve más diestro, más completo en taraceado, madera, tallado y escultura en madera, dorado, policromado… Y cada obra ha sido única; pero la que le dio mayor satisfacción fue un bargueño quiteño (mueble de madera de origen español) que le hizo, por pedido del Municipio de Quito, al papa Francisco.

Esa pieza reflejó lo que es la Plaza Grande, Compañía de Jesús, flores de la capital, Virgen de Quito… fue de 30 por 20 metros; se demoró 27 días en 21 cajones. Fue una experiencia hermosa y de allí en más, el trabajo fue más constante.

Su próximo proyecto es ponerse una galería más grande en la García Moreno. También espera casarse. Por el momento, sus hijos son sus obras; anda enamoradísimo de lo que hace, en eso se va su vida.