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16 de abril de 2018 07:41

‘Nuestras voces no se queden calladas’

Una misa en honor a los compañeros de EL COMERCIO se llevó a cabo en la Iglesia de La Magdalena. Foto: Armando Prado / ÚN

Una misa en honor a los compañeros de EL COMERCIO se llevó a cabo en la Iglesia de La Magdalena. Foto: Armando Prado / ÚN

Ana Guerrero

Unidos, como los días de infancia, como en los partidos, como en los festejos del barrio. Igualito, con ese mismo cariño, se juntaron vecinos y amigos de Paúl Rivas, en la iglesia de La Magdalena. Hasta el lugar, donde ayer, domingo 15 de abril del 2018, se realizó una misa, también llegaron familiares del fotógrafo.

Un cartel con los nombres de Paúl Rivas, Javier Ortega y Efraín Segarra, acompañados de la frase “los queremos vivos”, se mantuvo extendido junto al altar de la iglesia del sur de Quito. Los tres fueron secuestrados y asesinados por grupos irregulares en la frontera con Colombia.

La ceremonia religiosa fue convocada por vecinos y directivos de la urbanización Hermanos Cristianos, donde vivía Paúl. Pero si bien el llamado fue hecho por los allegados al fotógrafo, las plegarias del párroco Edison Fustillos se elevaron en nombre de los tres miembros del equipo caído.

El sacerdote fue claro en su mensaje. Así como exclamó palabras de consuelo, dejó sentado que la “sangre de personas inocentes no sea derramada nunca más” e hizo un llamado: “Que nuestras voces no se queden calladas (…) Tarde o temprano veremos la luz de la verdad”.

La ceremonia religiosa empezó a las 12:30 y se extendió hasta alrededor de las 13:30. En ese tiempo, la unidad fue el eje transversal. Llegó la hora de estrecharse las manos y “la paz” cobró aún más significado.

Entre los asistentes estuvieron amigos de la infancia de Paúl, como Adriana Merchán. “Amigos casi hermanos, crecimos juntos. Somos familia”, exclamó la mujer, en medio de lágrimas.

La mujer tenía presente la última vez que compartió con su Paúl, justo el viernes anterior al secuestro. Se veían después de años, pero las risas y el cariño estaban intactos. “Nos dimos un fuerte abrazo. Nos contamos nuestras vidas”.

Entre esos recuerdos, el párroco invitó a los asistentes a no albergar odio en los corazones. “Nuestros hermanos no han muerto”.