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16 de julio de 2021 16:16

En la nocturna cumplen sueños

Susana es bachiller a los 37 años.

Susana es bachiller a los 37 años.

Ana Guerrero

Siempre con la mirada hacia la puerta principal de la escuela, con la esperanza de ver a su madre llegar. Jamás sucedió. Estos son parte de los recuerdos de los primeros años escolares de Susana Simbaña, de 37 años y una de las 7291 estudiantes de ofertas extraordinarias del Régimen Sierra 2020-2021 que se convierten en bachilleres.

La vida de la mujer está llena de lágrimas y esfuerzo. Cuando era niña vivía con su padre y sus abuelos. La madre se marchó. Eran cuatro hermanos. El padre se sumergió en el alcohol.

Ella tiene presente sus años en la escuela: sin uniforme, con una funda por mochila, sin colación. “Jugaba a la mamá y al papá. Yo era la mamá, así el resto ponía su colación y yo repartía. De esta forma, lograba comer algo y aplacar el hambre, pues jamás desayunaba”.

Aunque las limitaciones y el maltrato abundaban, Susana llegó a ser escolta del pabellón de Quito. En lugar de felicitaciones, recibió gritos y golpes. Su padre accedió a comprarle el uniforme y la banda. Sin embargo, el día llegó, se puso la falda gris y el saco azul marino. Y, una vez más, nadie llegó por aquella puerta de la escuela. “Jamás había sentido tanta soledad“.

A los 17 años, ella tuvo a su primer hijo y, al poco tiempo, a una niña. Hoy tiene cuatro retoños. Pasó 11 años con quien fue su pareja. Se separó por los constantes maltratos.

En el 2010, la mujer quiso ingresar al colegio. Sin embargo, no tenía el certificado de haber terminado la primaria. Así que se lanzó a repetir el último año. Con el certificado en mano, la meta se detuvo nuevamente.

En ninguna institución la aceptaban, por la edad. No desistió hasta que se enteró de la modalidad nocturna en la Unidad Educativa Eloy Alfaro. No lo pensó dos veces y se apuntó.

Cuando su pareja se enteró, la respuesta fue: “Si estudias nos separamos”. En ese entonces trabajaba en una constructora. Aun así, ella fue el primer día de clases. Cada jornada era un reto y hasta pensaba en no volver. Por su trabajo, siempre llegaba atrasada.

Con tristezas, miedo, líos a cuestas y el cuidado de sus cuatro hijos, culminó el bachillerato. A la dura rutina, con la pandemia, se sumó el tener que estudiar en casa, adaptarse a la tecnología. Ella es la cabeza del hogar.

Este año, comparte la profesora Gina Quishpe, a Susana le fue muy difícil conectarse, por los escasos recursos. Así que los docentes le ayudaban con fichas pedagógicas y apoyo emocional. Ella se destacó como una buena alumna y espera la ceremonia de graduación, prevista para el 26 de julio. Como ella, esté año, en la Unidad Educativa, se gradúan unos 80 estudiantes.

Entre ellos, Saúl Loyola, de 59 años. Es padre de cuatro hijos y propietario de maquinaria para la construcción. El hombre cuenta que en la pandemia fue más difícil, sin la posibilidad de preguntar o investigar con los compañeros o licenciados. Hizo un mayor esfuerzo para captar las materias.

Él tiene el sueño de ir a un instituto a estudiar mecánica industrial. Esta es una carrera que le apasiona.

Susana también tiene el sueño de ir a la universidad. Sin embargo, conoce que su realidad es complicada, pues debe ayudar a su hija y a su nieta. “Solo les puedo decir que la vida no es fácil. Pero, depende de cada uno de nosotros tomar las decisiones correctas”.