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8 de julio de 2019 10:32

43 000 niños tras un sueño

Un niño migrante, al filo de la cama de un albergue. Foto: Abrhan Pineda / EFE

Un niño migrante, al filo de la cama de un albergue. Foto: Abrhan Pineda / EFE

Agencia EFE

Eduardo tiene siete años y ha recorrido junto con su tía miles de kilómetros, que separan Honduras de la frontera entre México y EE.UU. Quería llegar allá para tener “una casa con alberca y una moto en la cochera”.

El pequeño se quedó a 15 minutos de intentar cruzar en lancha el fronterizo Río Bravo, pues fue arrestado con su tía por agentes migratorios mexicanos.

Con una enorme sonrisa cuenta las horas para volver a ver a su madre y a su hermano de dos años, con quien desea jugar a las escondidas y a las abejas.

Isabel, una salvadoreña de 15 años, no intentó llegar a EE.UU. para reencontrarse con familiares, sino para salvaguardar su vida.

Con tristeza dice que iba bien hasta que su pareja ingresó en una pandilla y todo se convirtió en un auténtico “infierno”. Soportó maltrato físico y psicológico hasta que decidió huir.

Durante el trayecto de El Salvador a EE.UU. ha pasado hambre, solo comía una vez al día y su coyote (persona que cobra a migrantes para internarlos ilegalmente a un país) sobornó a un agente para proseguir el camino. La mayoría de menores de edad como Eduardo son atendidos en el Centro de Atención al Menor Fronterizo (Camef) y provienen de Honduras, Guatemala, El Salvador y Venezuela. Según el Gobierno mexicano, cerca de 43 000 migrantes menores de edad viajan solos a través de México hasta EE.UU.