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26 de octubre de 2018 10:44

Un año de la muerte de Samuel Chambers y todavía no hay responsables

Así se encuentra la casa en la que vivía Samuel Chambers, en Guápulo. Foto: Eduardo Terán / ÚN

Así se encuentra la casa en la que vivía Samuel Chambers, en Guápulo. Foto: Eduardo Terán / ÚN

Diego Bravo
(I)

Este domingo 28 de octubre del 2018 se cumple un año de la desaparición del activista Samuel Chambers, cuyo cadáver fue encontrado en un bosque de Guápulo el 7 de noviembre del 2017. Ha transcurrido un año de ese hecho. Los allegados de la víctima lo siguen recordando como una persona amigable y un gran artista.

El cariño por Chambers nació hace mucho tiempo... En noviembre de 1996, en las aulas de la guardería del Centro Comercial Ipiales Mires se escuchaban las risas y los juegos de un niño de 4 años, quien sentía una fascinación especial por los animales, especialmente los conejos. También hacía dramatizaciones artísticas y arrancaba sonrisas a la gente con sus ocurrencias.

Era Samuel Chambers. Permanecía en ese lugar mientras su abuela, Elsa Mendieta, laboraba en su local de venta de ropa. “Lo llevaba a ese lugar desde que tenía 2 años”. Lo recuerda como un pequeño vivaz y alegre, que se destacaba por ser uno de los mejores estudiantes en las clases de motricidad fina y manualidades.

Con ella coincide una de sus maestras, María Luisa Muñoz, quien actualmente es la directora de ese centro. “Era un niño de rizos dorados, muy hábil con sus manos. Cosía súper bien y rápido en las clases de desarrollo motriz, lo cual nos impresionaba. Era muy querido”. Ambas aseguran que, debido a sus destrezas, Samuel desde pequeño demostraba tener dotes para ser un gran artista y así lo recuerdan hasta hoy.

Este domingo 28 de octubre del 2018 se cumple un año de la desaparición del joven ambientalista y defensor de los animales, cuyo cadáver sin cabeza fue localizado en una quebrada ubicada en Guápulo el 7 de noviembre del 2017. Sus vecinos lo vieron con vida días antes, en uno de sus recorridos nocturnos, cuando caminaba por una quebrada de Guápulo, en donde se instaló a vivir.

El caso actualmente se encuentra en investigación previa y en la impunidad, explica Jorge Luis Ortega, abogado de la familia materna. “La investigación va lenta ya que hay escasos expertos en temas investigativos. Asimismo, el tema burocrático afecta”. Por eso, “no hay respuestas claras ante este lamentable delito”, asegura.

Hay hipótesis que se indagan. “Se hizo nuevamente un barrido en el sector, así como otras experticias. Se pidió la autorización judicial de exhumar los restos de Samuel. Ya está autorizado para hacerlo y otros exámenes, pero no hay algo que nos dé luces para establecer un responsable”.

Cuestionó la investigación realizada por las autoridades. Por ejemplo -argumenta Ortega- no se respetaron protocolos ni cadenas de custodia. Gente no autorizada ingresó a la casa de la víctima, lo cual afectó las pesquisas. “Cuando se quiso hacer un levantamiento de evidencias, ya todas las escenas estaban manipuladas”.

Lo mismo opinó Javier Andrade, abogado de la familia paterna. “Un año después, no tenemos respuestas de lo que le pasó. Para nosotros es de interés que el Estado, a través de sus órganos de justicia e investigación, informe a la familia sobre lo que ocurrió, la verdad de los hechos”.

Este Diario visitó por fuera la casa en donde vivió el joven activista. Desde las ventanas se observa que la maleza ha crecido y ha tapado los platos de comida de los animales que él cuidaba. Afuera hay una bañera, macetas con plantas ornamentales secas, un lienzo y plásticos regados por el piso. Un ambiente de misterio envuelve a ese lugar rodeado de árboles y vegetación. La puerta metálica negra está intacta con un candado. Nadie puede ingresar allí.

Un año después, los vecinos recuerdan a Samuel Chambers como una buena persona, educada que saludaba con la gente. Como todos los allegados del joven, esperan que se haga justicia en este caso aunque las indagaciones han avanzado poco. En la actualidad, cuentan que gente desconocida suele acudir a ese lugar y luego se va.

De otro lado, al cumplirse un año de la desaparición, la familia del joven lo recuerda como un gran artista. Pintó los murales del bar que su tía, Mariuxi Rosas, abrió en el sector de La Mariscal.

Ella lo recuerda con alegría y tristeza al mismo tiempo ya que, el próximo 25 de noviembre, Samuel cumpliría 26 años y el crimen impidió que lograra su sueño de estudiar agronomía en la universidad.

Ella se tatuó la imagen de su sobrino en el brazo izquierdo para recordarlo. Siempre lo consideró su hermano menor. Junto esa imagen lleva una pulsera de varios colores que Samuel le hizo a mano. Era un artista que elaboraba artesanías y así recorrió Sudamérica como mochilero.