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2 de agosto de 2021 16:47

La masacre del 2 de Agosto se gestó meses antes

En el Museo Alberto Mena Caamaño se representa la masacre de los patriotas. Foto: archivo / ÚN

En el Museo Alberto Mena Caamaño se representa la masacre de los patriotas. Foto: archivo / ÚN

Betty Beltrán
(I)

Unos dicen que fueron 100 las personas asesinadas en las calles de Quito aquel aciago 2 de Agosto de 1810. Otros piensan que llegaron a ser 300. En todo caso, los historiadores prefieren decir que, en promedio, fueron 200 los caídos.

Kléber Bravo, historiador y docente universitario, da cuenta de que ese día trágico para la historia del país comenzó a fraguarse 10 meses atrás.

Concretamente, 78 días después de la posesión de la nueva Junta Suprema encabezada por Juan Pío Montúfar, tras el Primer Grito de la Independencia, los realistas empezaron a cocinar la forma de retomar el poder. Una manera brutalmente represiva.

La masacre de los patriotas se fraguó, según refiere Bravo, así: “para noviembre de 1809 llegaron a Quito tropas de represión. Fueron 752 soldados de algunos repartos realistas los que llegaron a las inmediaciones de la ciudad; por ejemplo, vinieron 443 de Lima, 117 de Popayán, 124 de Santa Fe y 68 dragones de Guayaquil.

“Los extranjeros eran de diferentes jerarquías y armaron su campamento en plena plaza de Santo Domingo. Con esa presencia numerosa de soldados de la Corona, la Falange quiteña -el brazo armado de la Junta Quiteña- se diluyó.

“El mando de la ciudad fue tomado por los 752 soldados, bajo la dirección del teniente coronel limeño Arredondo.

“Así las cosas, esas tropas hicieron sus mayores fechorías y saqueos en toda la ciudad. Había abusos por doquier.

“Un mes después del arribo de esa soldadesca, en diciembre, fueron apresados algo más de 60 líderes patriotas que habían participado en los hechos del 10 de Agosto de 1809.

“Entre ellos estuvieron Salinas, Morales, Quiroga, Riofrío, Arenas…. Fueron apresados y encarcelados en el Cuartel Real de Lima, que estaba en el lado sur del Palacio de Gobierno.

“Ocho meses después, los quiteños se lanzaban al rescate de los presos.
“Ese rescate comenzó entre las 13:00 y 13:30 de aquel 2 de Agosto de 1810.

“Un grupo de seis quiteños intentó hacer un asalto al cuartel, pero el cañón con el cual pensaban romper la pared no funcionó y fueron contraatacados.

“En ese forcejeo fue asesinado al capitán realista Nicolás Galup y los 752 soldados extranjeros reaccionaron de forma brutal.

“El coronel Arredondo -el jefe máximo de ese batallón extranjero-, dio la orden a los solados de que asesinaran a todos los presos y que luego salieran a la ciudad y mataran a quien se cruzase por el camino.

“Aparte, se dieron a la tarea de saquear a la ciudad y una parte del botín fue entregado al capitán Barrantes. Él vivía en un segundo piso de una casa de lo que hoy conocemos como Centro Histórico. Para mayor seguridad, su esposa recibía las cosas gracias a un sistema de poleas, para no abrir las puertas de calle.

“La mayoría de caídos fue enterrada en los espacios de las iglesias San Francisco, El Sagrario y San Agustín. Y con tanta trifulca no hubo un detallado registro de los muertos en la jornada.

“Toda esa desgracia comenzó a aplacarse solo cuando el obispo Cuero y Caicedo solicitó que las tropas de Lima, las más sanguinarias, se retiraran. El pedido se consumó el 18 de agosto. Regresaron a Guayaquil, por si había una segunda rebelión en Quito.