Malchinguí siembra música clásica
"La manada bajando del cerro, con el toro barroso adelante, ya regresa a la hacienda y el perro, va cuidando el rebaño adelante...". Con el tema ‘El toro barroso’ se cerró, la noche del domingo 29 de agosto del 2021, el concierto de orquesta y coros Wayra Wawas (Los Hijos del Viento).
Antes interpretaron algunos temas clásicos de Vivaldi, Mozart…, todo para engalanar el espectáculo de cámara que encantó a los asistentes. Era la segunda vez que se disfrutaba de una presentación de música clásica en Malchinguí, parroquia de Pedro Moncayo, cantón al norte de Quito.
Este proyecto se concretó por la iniciativa y apoyo de Anabel Chacón, quien trabajó para que los niños y jóvenes de esta zona de vientos bravos se acercaran a la música de manera formal y gratuita. Alejandro Jiménez imparte las clases.
Mientras la pandemia del covid arreciaba, el 27 de diciembre del 2020 nació la Fundación Wayra Wawas, “era el momento más adecuado, porque las oportunidades para los niños eran menores”, apuntó Chacón.
Con 52 pequeños de entre 8 y 14 años se abrió la escuela, que está orientada a la educación musical, matemáticas, literatura y deportes. Por la emergencia sanitaria, solo se inauguró la parte de arte en el salón de eventos del Gobierno parroquial de Malchinguí.
El 28 de febrero se entregaron los instrumentos a los niños; la Fundación tiene 50 guitarras, violas, violines y violonchelos.
Ya se estudia la posibilidad de sumar un bajo y un contrabajo, pues el objetivo es formar un conjunto clásico de cuerdas.
Casi de inmediato, el 8 de marzo, arrancaron las clases virtuales y presenciales. Como el plan es enseñar la música de una forma estructurada y académica, se comenzó a impartir nociones de cada instrumento, solfeo y coro.
Los pequeños tienen uniforme: una camiseta para el diario y una capa para las presentaciones. Hubo deserciones; por eso, en el momento hay 38 participantes -32 son niños- cuatro mamás y dos chicas.
Todo es financiado por Chacón porque, como ella misma dijo, “mi filosofía es devolver a la vida lo que me ha dado”. Es una mujer agradecida y como está a punto de jubilarse como docente de matemáticas en la Universidad San Francisco de Quito, se alista para cambiarse a vivir en Malchinguí.
Cierto es que fue un proyecto que nació como algo personal, pero ahora los padres de los guaguas se han empoderado y suelen decir: “somos los padres de los hijos del viento”. Tanto es su apego que, rememoró Chacón, “cuando nos donaron un piano y lo mandamos a arreglar, los papacitos hablaban en plural y decían ya tenemos un piano”.
A ella le llena de emoción ver cómo este crece proyecto -apalancado con el entusiasmo y las finanzas de sus dos hijos que viven en el extranjero- y ahora, más que nunca, sueña con que alcance una autogestión. Cuando logre aquello, apuntó, se sentirá con el deber cumplido.
Durante el concierto de música de cámara, Helena Moncayo, de 8 años, agradeció a la Fundación por darle oportunidad de aprender música, de tocar el violín: “Gracias a los maestros que son buenos y tienen paciencia. Estoy orgullosa de formar parte de este grupo y llevo a Wayra Wawas en el corazón, porque soy hija del viento”.
Y ya quiere que pasen dos semanas para comenzar el nuevo ciclo de clases.