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24 de julio de 2019 11:02

Luis Sumba, el médico de rocolas

Luis Sumba vive en Cuenca. Es feliz reparando a las máquinas de discos. Foto: Betty Beltrán

Luis Sumba vive en Cuenca. Es feliz reparando a las máquinas de discos. Foto: Betty Beltrán

Betty Beltrán

Es el más buscado en Cuenca, ¿no ve que es de los pocos que se dedica a volverles a la vida a las famosas rocolas? Se llama Luis Sumba y su acento más parece de la Costa, por eso sorprende cuando cuenta que nació en Girón (junio, 1967).

Habla como ‘mono’ porque se crió en El Triunfo. Es el menor de dos hermanos; de su ñaño aprendió el oficio de arreglar a las máquinas de discos operadas por monedas (el Sucre).

Su preparación comenzó cuando ingresó a la escuela El Triunfo; era un guagua bien travieso y, de paso, buen alumno. A los 13 años se derrumbó porque su mamacita falleció y mejor se dedicó a trabajar. Su ñaño, 15 años mayor que él, le enseñó el oficio.

Cuando cumplió los 18 años, llegó otro golpe: su único hermano migró a Estados Unidos, y se volvió a quedar solo. El trabajo en el taller le ayudó a seguir adelante; dio mantenimiento en El Triunfo, La Troncal, Bucay… Había bastantes rocolas por esos lugares.

No pasó mucho tiempo y a los 19 años, se casó. Actualmente tiene tres hijas y ninguna siguió sus pasos. Prefieron otras profesiones más sociales.

Cuando el trabajo empezó a escasear, allá por el año 2000, don Luis prefirió cambiarse a Cuenca. En El Triunfo las rocolas comenzaron a arrumarlas en los salones y a ser sustituidas por los equipos con CD.

Se cambió a la provincia del Azuay, porque allí se anidó el último reducto de esos aparatos que tuvieron su primer boom en la Segunda Guerra Mundial. En Cuenca, Gualaceo y Paute está la mata.

Lo sabe porque es él quien las busca por todo el país; las consigue muy apolilladas en las provincias de Guayas y Los Ríos. Y una vez recogidas las lleva a Cuenca, en donde las arregla e incluso les pone un mueble nuevo. Ese trabajo puede demorar un mes y una vez vueltas a la vida las vende en USD 1 200.

Sin embargo, hay otras más costosas; por ejemplo, de la marca Wurlitzer, Seeburg, AMI Rowe… El precio puede estar entre USD 2 500 las pequeñas (1,20 de altura, 90 centímetros), pero las que tienen neones estarían en USD 5 000.

No deja de comentar que algunas sí le dieron fuertes dolores de cabeza, sobre todo las rocolas que son electrónicas. Todo porque como trabajan con memoria y circuito integrado no había repuestos.

Como se convirtió en el médico de las rocolas se conoce desde la A hasta la Z las dolencias de estos aparatos. De ahí que asegura que lo que más se daña es el amplificador, el monedero, los piñones… Pero siempre las arregla como si fueran guaguas tiernos.