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24 de febrero de 2021 11:30

Y La Loma Grande será un oasis

Vecinos y estudiantes universitarios construyen los invernaderos y también composteras. Foto: cortesía de Marco Rubio

Vecinos y estudiantes universitarios construyen los invernaderos y también composteras. Foto: cortesía de Marco Rubio

Betty Beltrán (I)

Invernaderos en pleno Casco Colonial de Quito suena a broma, pero en el barrio Loma Grande hay unos cuantos prototipos. El fin: invitar a su vecindad a que los repliquen en sus hogares y llevar verdor al Centro Histórico.

La idea nació por iniciativa del Colectivo Mi Loma Grande, con el apoyo de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Artes de la Universidad Católica. En noviembre se concretó la alianza, en el patio de una casa antiquísima que está ubicada atrás del Centro Cultural Mama Cuchara (Luis Chávez y Rocafuerte).

Allí, junto a unos árboles de aguacate y de capulí, un grupo de 15 guambras de la Cato se puso manos a la obra con material reciclado y otro tanto entregado por la comunidad. Todo bajo el liderazgo del profe Enrique Villacís, más conocido como ‘El Quique’, quien lleva dos talleres de vinculación con la comunidad.

Hace tiempo, algo parecido se hizo por estos mismos lares. Marco Rubio, coordinador del Colectivo Mi Loma Grande, rememora que en otro predio -que se usaba para las ferias de productos orgánicos- se hizo un huertito. Y la gente que iba a comprar se aficionaba y lo calcaba en sus casas, aunque sea en macetas.
Fue así que, de la noche a la mañana, los balcones del barrio comenzaron a florecer y se hicieron más alhajitos, dice Beatriz Yupangui, vecina del sector. Ella tiene llantén y manzanilla en recipientes reciclados.

Con ese ejemplo y viendo que ya no se sabe cuándo hace sol o cuándo lluvia, se pensó en hacer invernaderos; así que los planos de esas construcciones se publicarán en unos días en el Facebook Mi Loma Grande y cualquier persona puede replicarlos en menor o mayor escala, cuenta Rubio.

Como son módulos, cualquier los podrá hacer más grande o más pequeño, según su conveniencia y espacio que disponga, apostilla el líder barrial.

En una semana, los jóvenes de la Cato construyeron el invernadero, en diferentes grupos y horarios; aunque para hacer el diseño sí se requirió un semestre entero. Allí están creciendo tomate, pimiento, lechuga… En un segundo invernadero se crían lombrices y se hace compost.

Con ello, anota Rubio, se podrán generar terrazas o balcones verdes. “El tamaño no es tan importante, lo esencial es tener esos espacios para relajarnos y distraernos, pero al mismo tiempo colaborar con el cambio climático”, dice.

Hay otra ventaja: genera un cambio en la temperatura de su hogar. Ya no habrá extremos de frío o calor, dice Rubio. Y de paso, oxigenan el ambiente. Con tantas ventajas, está seguro de que la iniciativa se enraizará en pleno Casco Colonial.

El Centro Histórico es un lugar donde, a duras penas, se encuentran árboles en los patios interiores de conventos y monasterios, y uno que otro en las casas antiguas. Con los invernaderos, de ley habrá una puerta para conseguir que este punto sea un oasis de la comunidad de La Loma.