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27 de septiembre de 2017 11:51

En la Loma Grande hay espacio para la discapacidad

En el Centro de apoyo aprenden hasta cómo cocinar y servir los alimentos. Foto: Ana Guerrero / ÚN

En el Centro de apoyo aprenden hasta cómo cocinar y servir los alimentos. Foto: Ana Guerrero / ÚN

Redacción Últimas Noticias

Lo que para muchos es algo automático, como vestirse o servirse un vaso con agua, en un rincón de la Loma Grande , en Quito, se aprende con paciencia y perseverancia. Se trata del Centro de Apoyo de Educación Especialidad para Ciegos, que empezó sus tareas en el 2005.

Al establecimiento asisten niños, jóvenes y adultos con discapacidad visual. En el caso de los pequeños, acuden dos veces por semana, pues los otros tres días laborables deben ir a una escuela regular.

En el sitio, aprenden a tener autonomía, a vestirse, comer, movilizarse... Además, el aprendizaje incluye matemáticas con el ábaco y la lectoescritura en braille.

El Centro, en la calle Leopoldo Salvador, tiene a la cabeza a Violeta Lema. La mujer tiene discapacidad visual y es la maestra titular. Ella es la experta en lectoescritura. Y también guía a los estudiantes para hacer actividades cotidianas. Los más grandes aprenden a cocinar, lo que incluye cortar alimentos.

Violeta recuerda que tenía 14 años cuando su hermano le regaló un balón de básquet, lo llevó al colegio y en medio del partido la pelota fue a dar a un barranco.
Al intentar recuperarla cayó y se golpeó. Producto de este incidente su retina se dañó. Ella siguió con su formación, aprendió con santo y seña a leer y escribir en braille. Además, recibió fisioterapia.

Sacó un título técnico y por años trabajó con niños con su misma discapacidad. Actualmente, estudia para sacar un título en Ciencias de la Educación.

Uno de los chicos que asisten es Ismael, de nueve años. Su madre cuenta que es el primer año que va al Centro, los lunes y martes. Ha notado que ya es más independiente.

Jaime Vilaña es otro alumno. Apenas lleva 15 días. Él tiene 45 años y hace dos se le desprendió la retina. Es padre de tres hijos y antes de quedarse sin visión trabajaba en una fábrica.

En el Centro de La Loma, Ismael, Jaime y los otros 21 alumnos aprenden cada día a dar un nuevo paso.