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28 de octubre de 2019 08:55

El kirchnerismo regresa a Argentina con Alberto Fernández

Alberto Fernández se consagró en primera vuelta con el 48% de los votos. Foto: AFP

Alberto Fernández se consagró en primera vuelta con el 48% de los votos. Foto: AFP

Agencia AFP

El presidente electo de Argentina, Alberto Fernández, logró la victoria tras cerrar las divisiones en el seno del peronismo, pero ahora enfrenta el desafío de saldar la colosal “grieta” que polariza a los argentinos en posiciones que parecen irreconciliables.

“Se terminaron el 'nosotros' y el 'ellos'”, declaró Fernández ayer, 27 de octubre del 2019, poco antes de que los comicios confirmaran su consagración en primera vuelta, con 48% de los votos. Prometió dejar atrás la polarización y llamó a “trabajar todos juntos por un país mejor”.

La “grieta”, un término importado de la geología y que evoca un temblor y rotura definitiva, sale a relucir en apasionadas discusiones que enfrentan a peronistas y antiperonistas, progresitas y conservadores, neoliberales y estatistas.

“La grieta es como decir que 'si no estás conmigo sos mi enemigo'. Nos hace mal como hermanos”, resumió a la AFP María Teresa Iriarte, una enfermera jubilada de 75 años que vio pasar por el poder a la dictadura (1976-1983), el radicalismo (socialdemocracia) y el peronismo.

Aunque siempre existió a lo largo de la historia argentina, la “grieta” se consagró como tal durante el gobierno de la exmandataria Cristina Kirchner (2007-2015), ahora vicepresidenta electa.

Apoyada por multitudes, Kirchner también era detestada por numerosos sectores que le reprochaban sus políticas económicas, un estilo autoritario de gobernar y que la consideraron un símbolo de corrupción y un mal para el país.

Estas pasiones evocan los sentimientos de amor y de odio que suscitaron también la mítica Eva Perón y el propio Juan Perón, fundador del peronismo, el mayor movimiento político argentino, nacido en 1945.

Según el sociólogo Agustín Salvia, director del Observatorio de Deuda Social Argentina, se trata de una “construcción político-comunicacional, que no necesariamente representa las voluntades sociales”.

Salvia apuntó que las clases media y alta “sienten que forman parte de un lado de la grieta”, defienden políticas liberales y se autoperciben como los representantes de la República, mientras que del otro lado se encuentran los peronistas y progresistas que se centran en políticas más distributivas, entre otras.

“No está claro que uno sea la corrupción y el otro la anticorrupción. Tampoco es tan claro que el gobierno de Mauricio Macri haya sido estrictamente liberal y que el de Cristina luchaba por la justicia social”, dijo el investigador de la Universidad de Buenos Aires.

Encontrar el centro

“En esa radicalización se montó lo que después fue el macrismo”, sostuvo el politólogo Pablo Touzon, coautor del libro 'La grieta desnuda'. Se refiere al proyecto del presidente Macri, quien asumió en 2015 y dejará el gobierno el 10 de diciembre próximo, tras frustrase en los comicios del domingo su aspiración a la reelección.

Según Touzon, esta polarización política “se desarrolló en muchos lugares del mundo” a partir de la gran recesión de 2008 y se cristalizó en figuras como el presidente estadounidense Donald Trump, el venezolano Nicolás Maduro o el brasileño Jair Bolsonaro.

“Argentina está tratando de encontrar su centro. Ante esta crisis económica y el colapso del macrismo, bien podría haber sido electo presidente un Bolsonaro o un Maduro. Argentina, en esta unión del peronismo, conjuró ese peligro”, advirtió Touzon.

Kirchner, quien mantenía un fuerte respaldo pero también una alta imagen negativa, sorprendió hace unos meses al desistir de su candidatura y elegir para encabezar la fórmula a Alberto Fernández, su exjefe de gabinete de quien se había distanciado en 2008 y se reconcilió.

En esta campaña, “los peronistas entendieron que con la grieta no solo no podían ganar las elecciones, sino que no podrían gobernar”, analizó Touzon.