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28 de agosto de 2017 16:39

‘El Judío’ de la torería quiteña

En una práctica en la Belmonte. Ahora enseña al joven Rafael Ortiz. Foto: Víctor Vizuete / ÚN

En una práctica en la Belmonte. Ahora enseña al joven Rafael Ortiz. Foto: Víctor Vizuete / ÚN

Victor Vizuete

En su haber constan tres misas de réquiem y hasta una colecta del barrio para donar a sus deudos. ¿La razón? Su vida de gitano, que hizo pensar a sus contertulios que había entregado el equipo -en este caso capotes, muletas y estoques- al divino maestro.

Pero nada que ver. Fausto Manuel Marcelo Guerrero Salazar, más conocido en el mundo taurino como ‘El Judío’ tiene, como afirma el empresario José Luis Cobo, más vidas que un gato cojo.

Y cada una de ellas posee más páginas que el libro gordo de Petete. Al menos un volumen por cada uno de sus nueve hijos, que no nacieron con el pan bajo el brazo, precisamente.

Porque la bitácora de vida del ‘Pinola’, su apodo de pequeño, ha sido una senda llena de triunfos y fracasos. De vicisitudes que forjaron en Manuel a un toro bravo, que nunca se amilanó ante nada ni ante nadie.

Un ejemplo es el acto de rebeldía que realizó cuando era aspirante a novillero. Junto con su colega Luis Carabalí se cosieron la boca y se ubicaron en el pretil de la plaza de San Francisco, pidiendo un espacio para torear en las novilladas de la oportunidad que organizaba Radio Tarqui.

Lo único que sacó esa ocasión fue... una amonestación del médico, quien dijo “que suturaba a enfermos y no a locos”. Al año siguiente sí toreó en la Monumental Quito, pero solo alcanzó una vuelta al ruedo.

Pero ese deseo ferviente de ser torero ya no se apagó en este quiteño nacido exactamente en la Plaza Belmonte el 29 de julio de 1949, pero crecido en los orfanatos de La Moya y La Magdalena, por circunstancias de la vida que todavía se clavan en su recuerdo como banderillas negras.

En ese hogar infantil se hizo pana de figuras como el exboxeador Ángel ‘Petiso’ Sánchez y el exfutbolista del Aucas, Bolívar ‘Tres pulmones’ Domínguez.

Buena parte de su vida la pasó buscando convertirse en figura. Lanzándose de maletilla en cientos de pueblos. Toreando en todos los ruedos que podía: en plazas de primera hasta de ínfima categoría. A veces pagado, a veces al fío, algunas otras gratis, porque lo ofrecido nunca aparecía.

Hasta que llegó el momento de frenar la embestida al darse cuenta que no llegaría. Entonces se decidió por ser mozo de espadas, el mejor del país.

De eso ya más de tres décadas. Ha salido con figuras como Uceda Leal, Antonio Ferrera, Víctor Puerto, Víctor Barros, Fandiño...

También, es un buscador de talentos reconocido. Y sueña con que uno de sus pupilos abra las puertas grandes de las principales plazas y salga a hombros de sus seguidores... Algo que siempre soñó y nunca pudo.