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18 de julio de 2019 09:35

Abuelitos listos para usar birrete

Carlos Carrera y Telmo Chango en el parque de Conocoto. Foto: Betty Beltrán / ÚN

Carlos Carrera y Telmo Chango en el parque de Conocoto. Foto: Betty Beltrán / ÚN

Betty Beltrán

Jamás perdieron la esperanza de ser bachilleres de la República. De tener una foto con capa y birrete. El miércoles, 24 de julio del 2019, a las 16:00, en el Instituto Tecnológico Rumiñahui (Sangolquí), llegará ese día tan ansiado: recibir el diploma de haber culminado el colegio. Por eso, Telmo Chango, de 70 años; y Carlos Carrera, de 68, andan emocionadísimos.

Los dos forman parte del programa Todos ABC Alfabetización Educación Básica Monseñor Leonidas Proaño, que auspicia el Ministerio de Educación. Les llevó año y medio terminar esa etapa en la modalidad semipresencial intensiva.

Las clases eran de lunes a viernes, de 18:00 a 22:00. Este año será especial para la Campaña, porque habrá la primera incorporación de bachilleres, que a escala nacional suman 8 733 personas (de 20 años en adelante), y de ese total ocho son adultas mayores (de 65 años en adelante).

La mayoría de viejecitos bachilleres está en Pichincha (seis personas), Imbabura (uno) y Napo (uno). Ellos, todos los días, “nos dan una lección de vida. El mensaje que dejan es que los sueños no tienen límite y que nunca es tarde para aprender y siempre con el compromiso de que podemos”, dice Fernanda Yépez, subsecretaria de Educación Especializada e Inconclusa.

Este Diario se reunió con los dos futuros bachilleres de Los Chillos: Telmo y Carlos (los otros de Pichincha están en Quito y Machachi). Los dos estudiaron en el mismo colegio Abelardo Flores, que funciona a un costado del parque central de la parroquia de Conocoto. No eran amigos, pero sí saludaban a lo lejos.

Don Carlos, aún guambra, quería trabajar como sonidista de varios medios de comunicación, y por eso solo llegó a tercer curso. Pero hace dos años decidió terminar el colegio. En su aula estudiaron 36 personas, y él era el más ‘chocho’.

En cambio, don Telmo sí llegó hasta sexto curso, pero faltando dos días para el grado decidió botar todo. Se dedicó a la construcción y hasta se casó. Pasaron los años y la vida le enseñó -dice- que un título es importante, y se anotó a este bachillerato acelerado.

No lo niegan, a los dos les costó. Pero el querer coronar les obligó a estar pegados en los cuadernos, porque el conocimiento era oscuro para ellos. Pero la constancia dio frutos y, en el caso de don Telmo, resultó mejor que los guambras de sus compañeros, sobre todo en Matemáticas y Física. Orgulloso cuenta que en Física pegó un 9.70.

Don Carlos también le puso empeño; su esposa -parvularia de profesión- le ayudó en la tarea de aprender a esta altura de la vida; siempre le gustó la Historia y la Literatura. No se quedaba hasta las 01:00 como don Telmo, solo hasta las 23:00.

Tras este logro, los planes no quedan ahí. Tras dar el Ser Bachiller, don Telmo se sacó 826 sobre 1 000 y con ese puntaje abriga la idea de seguir Derecho en la Universidad Central. Porque, reitera una y otra vez, “mi dicha es servir a mi pueblo”. Antes ya lo hizo cuando fue presidente de la Junta Parroquial de Conocoto.

Su compañero de plantel, en cambio, apostará por una tecnología en algo relacionado con la profesión que les dio de comer y le permitió educar a sus tres hijas, todas profesionales. Las cuatro hijas de Telmo se decantaron por la arquitectura y otras profesiones afines.

Sacar su título de bachiller a esta altura del partido les hincha el corazón y se llenan de orgullo, y abrigan la esperanza de ser un ejemplo para los guambras que, creyendo que la juventud les será eterna, no se ponen las pilas y abandonan los estudios, opinan al unísono.

En el ocaso de su vida le seguirán al estudio. No harán fiesta por la graduación, se darán por bien servidos que vayan sus esposas e hijos y ellos mismo les pongan la capa y el birrete. Y que les digan, al oído: eres grande, papá. ¡Eres grande!