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6 de marzo de 2019 09:29

Fabián es el último cucurucho

Con sus propias manos hizo su traje morado, que se diferencia del resto porque lleva un cordón cruzado en el pecho. Este año desfilará junto con su hijo. Dotos: Betty Beltrán / ÚN

Con sus propias manos hizo su traje morado, que se diferencia del resto porque lleva un cordón cruzado en el pecho. Este año desfilará junto con su hijo. Dotos: Betty Beltrán / ÚN

Betty Beltrán
(I)

Literal. Es el último cucurucho de la Procesión Jesús del Gran Poder, y la gente que cae en cuenta le dice: “!Mamitica, pobrecito, que alguien le ayude!”. Otros, la minoría, se matan de la risa porque casi casi camina con los capariches que, al término del evento religioso, barren la vía.

El personaje es Fabián Almeida y hace cuatro años, todos los Viernes Santos, hace la penitencia de salir por las calles para recordar la muerte de Jesús. Todo porque, cuenta, uno de sus dos hijos (Cristofer, actualmente de 22 años) estuvo muy grave en el hospital.

En 1961 se realizó la primera procesión cargando la imagen del Jesús del Gran Poder. Los cucuruchos son uno de los principales personajes de esta peregrinación organizada por la orden Franciscana.

La intención no era salir último, agrega Fabián, pero las circunstancias hicieron que eso ocurriera. Resulta que como él vende trajes de cucurucho y como la gente deja hasta el último rato para comprar, por no perder la venta no puede ir desde temprano al convento franciscano y salir en guango con todos los penitentes.

Cuando se metió al tema de la venta de trajes, el primer año hizo 50 y toditos vendió; su local está en la Cuenca N3-12 y Sucre y hoy confecciona 200; y no cuestan mucho: USD 15.

El traje es bien hecho, agrega. No ve que la parte de la cabeza tiene hasta una parte de algodón y todo el conjunto es de tela impermeable (tipo premier), así que si llueve resbala nomás el agua. Y si hace calor, el sofoco pasa de largo.

La posición de ser último tiene sus ventajas, confiesa Fabián. “Yo les voy arriando a los cucuruchos que ya no jalan, les motivo para que cumplan su promesa y no se queden por nada”, dice bien serio.

El traje que lleva Fabián es distinto al del resto porque en el pecho tiene un grueso cordón blanco que, cuenta, simboliza a los guambras de la banda de guerra del San Pedro Pascual, no ve que su guagua -el que estaba enfermo- pertenecía a ese grupo. Ese cruce no tiene ningún cucurucho.

Gracias a Dios su hijo ya está bien y agradece a Jesús del Gran Poder por aquello. Pero su promesa de participar en la procesión seguirá mientras tenga vida, dice convencido. Porque ahora su interés es avivar la fe, es por eso que está conversando para que la gente de Cayambe venga a Quito a hacer de cucuruchos.

Se ilusiona con pensar que la procesión no disminuya el número de penitentes, sino que aumente. Porque, confiesa, desde guambra fue vecino de los padres franciscanos y vivió de cerca esa fe.

Lo importante es que salgan en el desfile y no importa si van sin traje, “que vayan nomás tal cual sale mi padre . Él hace tiempo que es penitente y va con ropa de calle y camina hasta donde puede”, aclara.

Pero esto de salir en procesión no es nuevo para Fabián; cuando era guambra, tendría unos seis años, los frailes permitían que los niños que jugaban en la calle (entre la Cuenca y Sucre sus padres tenían el negocio de ropa) ingresen para participar en las estaciones que cumplió Jesús en El Calvario.

Y como era pequeño le daban el atuendo de angelito. Conforme iba creciendo, le entregaban los trajes de otros personajes. La fase terminaba cuando se hacía de Jesús de Nazaret.

Fabián también fue pastor, la señora que le da el agua a Jesús, luego el hombre que le ayuda a llevar la cruz a Jesús. Y más grandecito con 15 años le dieron el traje de romano; no llegó a ser Jesús porque el grupo que organizaba todo aquello se disolvió para siempre.

Luego se hizo espectador; sin embargo, por su promesa volvió a la procesión, pero de cucurucho. Y no dejará el traje morado por su fe a Jesús del Gran Poder.
Este año planea ir a la procesión en compañía de su hijo, y serán los dos últimos cucuruchos de la Procesión Jesús del Gran Poder.