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28 de abril de 2021 07:23

Espinosa hizo de la tola su gran fortín

En la foto izq., el ‘Campeoncito’ en su esplendor. En otra foto  junto a Jaime Valladares y Daniel Guanín (der.)

En la foto, el ‘Campeoncito’ en su esplendor. Foto: Archivo ÚN

Pablo Campos

Eugenio Espinosa tenía una frase emblema: ‘boxeador que vengan traendo, se irá caendo”. El ‘Campeoncito’ se sabía solvente en el arte de dar golpes: su vida, su legado se fue forjando así, con los puños cerrados.

El boxeador ecuatoriano dejó de existir a los 83 años. Nació en Tulcán, pero el quiteñísimo barrio de La Tola lo acogió y lo cobijó como un chulla quiteño más. Antes vivió por Riobamba, estuvo en la Costa hasta que decidió instalarse en las calles Ríos y Chile, en el centro de la capital.

Ayer sus familiares le dieron el último adiós en el cementerio de San Diego, en una ceremonia pequeña, íntima y con extremas medidas de bioseguridad.

Espinosa forjó su historia golpe a golpe. Él contaba que cuando hizo la conscripción, sus jefes militares le ponían como una suerte de verdugo de los malcriaditos: “Me ponían para darme quiños. Los otros se comían unas buenas palizas”, contaba divertido el púgil en sus múltiples entrevistas.

Desde 1960 hasta 1971, Espinosa estuvo en la cima del boxeo. Era una personalidad, un deportista famoso para el Quito nostálgico. Se midió en el ring con rivales como Ismael Loayza, Jaime Valladares, el filipino Gabriel ‘Flash’ Elorde, el panameño Ismael Laguna y el colombiano Antonio Mochila Herrera.

Los boxeadores que venían ‘traendo’ seguían ‘caendo’. Espinosa se presentaba en los hoteles a los que llegaban sus rivales y no perdía su tono cordial y caballeroso: “Buenas tardes, soy Eugenio Espinosa y voy a pelear contra usted”, se presentaba, mientras extendía su musculoso brazo para saludar.

Su táctica consistía en desgastar a su rival: mucho jab, para ir abriendo la defensa del oponente y después encontrar el golpe con el cual conseguir el KO.

Medía 1,65, pero la corta estatura se compensaba con su talento y valentía. Peleó en 84 ocasiones, estuvo en Tokio, en Filipinas, en Venezuela, Panamá. Cuando peleaba en Quito, la gente lo llevaba en hombros desde la Plaza de Toros hasta su querido barrio de La Tola que hoy llora su adiós.