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14 de mayo de 2021 17:53

La Diablada Mejía dona computadoras 

Vinicio Dávila llevó una computadora a unos alumnos en San Juan. Foto: cortesía de Diablada Mejía

Vinicio Dávila llevó una computadora a unos alumnos en San Juan. Foto: cortesía de Diablada Mejía

Betty Beltrán
(I)

Vuelve a hacer de las suyas. La Diablada Mejía está a dos manos en estos días porque sus integrantes están dados a la noble tarea de donar computadoras recicladas a los estudiantes de escasos recursos del ‘Patrón’.

Solo en lo que va de la pandemia han entregado 29 equipos a los muchachos que más lo necesitan.

Esta agrupación nació en el 2008 y está integrada solo por exegresados de este emblemático plantel educativo fiscal de Quito.

Como todo inicio, unos poquitos, apenas personas, se lanzaron al río: José Luis Trujillo y Tomhy Pozo; con el tiempo se sumaron más compañeros.

Y en todos estos años han apoyado a un montón de proyectos sociales, pero últimamente le dan con toda la fe al tema de las computadorasresucitadas’.

Aquella idea surgió por el 2009, antes de que llegara el covid-19 a estos lares, pero se potenció con la pandemia. Como locos, buscan a quienes donen los aparatos no tan viejitos.

Como Pozo es tecnólogo en sistemas, él se encarga hasta la actualidad de volver a la vida a esos aparatos. Lo hace junto con Vinicio Dávila, también de la profesión y quien se sumó en pleno apogeo de la pandemia del coronavirus.

Durante estos 12 años de funcionamiento del proyecto, han donado más de 60 aparatos, apunta Pozo. Pero casi la mitad de ese total, 29 exactamente, se entregó en este año y pico de pandemia. En los próximos días donarán tres más.

Tomhy Pozo en la entrega de una laptop reparada a estudiantes del Mejía. Foto: cortesía Diablada Mejía

Tomhy Pozo en la entrega de una laptop reparada a estudiantes del Mejía. Foto: cortesía Diablada Mejía

Cuando le preguntan hasta dónde han llegado, Pozo enumera una larga lista de barrios, parroquias y ciudades: San Juan, Toctiuco, San Roque, El Panecillo, San José de Morán, Llano Chico, Llano Grande, Machachi, Guayllabamba…

En algunos casos no solo entregan la computadoras, pues se suma la impresora, audífonos, ‘mouse’ nuevo, teclados, parlantes… Y hartos consejos para que los chicos sigan en el empeño de culminar sus estudios.

Al ver que el acolite de la Diablada Mejía es real, apunta Pozo, la gente dona hasta monitores nuevos con pantalla plana. Todo se canaliza a través de su página de Facebook y una vez que las computadores se entregan, esos detalles se publican en la red.

De todos los hogares visitados, Tomhy Pozo siempre recuerda a una madre de familia que le contactó para que le ayudara a su hijo con una computadora, en el barrio La Roldós.

Una vez en el sector, los exegresados del Mejía no encontraban la casa, solo había dos viviendas y un espeso bosque. Cuando, de repente, en medio de las chilcas salió la madre de familia y les condujo hasta su morada, toda hecha con plásticos negros. Se quedaron con el corazón partido.

Tiempo después, el joven beneficiario de aquella casa de plásticos se graduó y en la actualidad trabaja en una institución pública, cuenta Pozo. Logró coronar y es un buen chico, agrega.

Y en tiempo de pandemia la escena más impactante ocurrió hace dos meses, cuando subieron a Toctiuco a entregar un equipo en una casa muy humilde.

En ese hogar pudieron mirar que el padre del chico beneficiario era alcohólico, así que su hermano mayor recibió la ayuda.

La fraternidad Diablada Mejía siempre fue un cause social para colaborar con quienes tienen el corazón azul y amarillo, como dicen los egresados. Y son felices de ayudar, incluso con plata y persona.