placeholder
Las Últimas
26 de abril de 2019 10:05

Cruces de chonta van al cerro Ungüí

Los vecinos de la comuna Chilibulo-Marcopamba-La Raya cuidan celosamente las cruces del cerro Ungüí y del Chilindalo.  Foto: Armando Lara para ÚN

Los vecinos de la comuna Chilibulo-Marcopamba-La Raya cuidan celosamente las cruces del cerro Ungüí y del Chilindalo. Foto: Armando Lara para ÚN

Betty Beltrán
(I)

Son las reliquias más preciadas. Las sagradas cruces de los cerros Ungüí y Chilindalo e#stán a la vista, durante todo el año, en la casa comunal de los comuneros de Chilibulo-Marcopamba-La Raya, ubicada en el suroccidente de Quito. Y solo para la fiesta grande, se sacan en procesión.

Antes, son veneradas en la novena. Esos encuentros arrancaron ayer, 25 de abril del 2019, a partir de las 19:00, en la iglesia de Chilibulo; está planificado que los rezos se prolonguen hasta el viernes 3 de mayo. Pero mañana, sábado 27 de abril, habrá la tradicional romería a los cerros tutelares de la vecindad que habita la zona.

Para el ascenso del ‘Amarre de cruces’, como así se llama a esa celebración de 117 años, los participantes se concentrarán a las 07:00, en la casa comunal y de ahí harán una caminata, precedida por las urnas que llevan las cruces. Una vez en la cima vendrá la misa y luego la pamba mesa.

Los novatos en estos trotes se hacen hasta tres horas para llegar a las alturas, pero los duchos requieren menos de una hora, incluso los que llevan las preciadas reliquias que, dentro de sus urnas, deben pesar entre 30 y 50 libras.

Pero, ¿cómo son esos objetos de fe? Gustavo Tubón, el prosecretario de la comuna Chilibulo-Marcopamba-La Raya, cuenta que la cruz de Ungüí mide unos 30 centímetros de alto por 15 de ancho; y la de Chilindalo 32 por 20 centímetros. Las dos fueron elaboradas en madera de chonta.

En la que va al cerro Ungüí no hay un Cristo de fondo, tiene la forma de la cruz del resucitado. Está envuelta en terciopelo de color verde y del madero horizontal cuelgan varias cadenas que los devotos regalan. No son de oro, porque “sería una tentación para el robo”, acota Tubón. Antes, esa joyería era más gruesa y sí era de oro puro.

Como debe estar pesando unas 30 libras, no va en anda, una sola persona la carga durante el ascenso; claro que casi al llegar a la cima, el sufrido devoto pide a gritos que le ayuden.

En cambio, la cruz que suben al cerro Chilindalo tiene una gemela superpuesta. Y en sus maderas cuelga un montón de aretes y cadenas, algunas de oro. De yapa, en sus costados lucen unas flores, palomas y rosarios de plástico.

Todos esos adornos fueron un obsequio de los devotos, puntualiza el Prosecretario de la comuna. Y agrega: “Eso no quiere decir que esa cruz tenga más devotos, sino que los compañeros son más sentimentales”.

Como es más grande, tiene unas 50 libras de peso, es necesario que dos hombres, en turnos, se encarguen de llevarla hasta la cima del Chilindalo.

Originalmente, las cruces eran de oro puro, según dice el relato tradicional. Ismael Tituaña, presidente de la comuna, recuerda que sus abuelitos le contaron que las cruces aparecieron en los ojos de agua y eran brillantes como el sol; con el tiempo y las aguas se perdieron y fueron sustituidas por las de madera.

En la punta de cada cerro tienen unas pequeñas grutas y dentro unas cruces de cemento. Y justo allí se realizan, al unísono, las misas. Para que todo sea igual, un volador es la señal para que arranquen con el ritual del jolgorio y la devoción. ¿No ven que, dicen los comuneros, las cruces son bien milagrositas?