placeholder
Las Últimas
1 de diciembre de 2020 12:58

El Chullita quiteño, hasta en las novenas

Rafael guarda los recuerdos de la creación de su padre, Alfredo Carpio. Foto: cortesía

Rafael guarda los recuerdos de la creación de su padre, Alfredo Carpio. Foto: cortesía

Betty Beltrán. (I)

Es la canción más interpretada y bailada en Quito, más cuando se acercan sus fiestas. Es tan cantada que se considera, con justa razón, el “himno no oficial” de la ‘Carita de Dios’. Estamos hablando del pasacalle Chullita Quiteño.

Un tema que musicalizó una parte de la historia del Centro Histórico de los años 40 y 50; entre estrofa y estrofa se narra que “… La Loma Grande y La Guaragua, son todos barrios tan queridos de mi gran ciudad; El Panecillo, La Plaza Grande, ponen el sello inconfundible de su majestad…”.

Para esos años, los compositores locales se adueñaron del ritmo de la polca, de origen europeo, que se escuchaba por doquier. Así nació el pasacalle, para devolver la autoestima y el sentimiento de arraigo al ecuatoriano, señala Mario Godoy, investigador y musicólogo. Todo porque, para ese tiempo, el país atravesaba duros momentos por la guerra con el Perú y el terremoto de Ambato.

La canción en mención también saca lustre al chulla, aquel personajes bohemio, enamoradizo y con una vida sencilla; atributos que engalanaban al músico popular Alfredo Carpio Flores (Quito,1909-1956), autor de este tema insigne.

Al menos eso reconoció, por 1968, su esposa Luzmila Sánchez. Pero el famoso músico tuvo otra cualidad: amiguerísimo, acota uno de sus nueve hijos, Rafael Carpio Sánchez. Por eso no fue extraño que sea el ‘mandamás’ de las jorgas estudiantiles.

Es más, con la propia capa azul y rojo de la Universidad Central del Ecuador corría a ofrecer serenos a su enamorada, que vivía en La Ronda; desde aquel tiempo ya daba señales de ser un grande de la música, no en vano desde chiquitito tocaba el piano de oído. Irónico, en la universidad estudió para dentista.

Pero, ¿cuál es el origen del Chullita Quiteño? La respuesta es que este quiteñísimo de cepa, el de los mil oficios (poeta, músico, compositor, profesor de canto, dentista... tocaba el piano y la guitarra…), por cuestiones de trabajo fue a parar por Patate (Tungurahua), en 1946.

Tanta fue la nostalgia, que le pidió a su esposa que tomara papel y lápiz y anotara lo que le va saliendo del corazón. Al menos eso “me contó mi madre”, acota don Rafael. Y le dijo más:

“… aquella noche de inspiración, no pegó los ojos (don Alfredo), pues le titilaba la música en la cabeza, así que buscó un piano para sacar la melodía”.

Los primeros en tocar el tema fueron los miembros de la Banda de Patate, en un campeonato de fútbol que había en la población; posteriormente, el Dúo Benítez y Valencia lo cantó con letra y música y se hizo inmortal.

Tras ese repunte, el siguiente paso fue registrar la canción, en el Registrador de la Propiedad, lo que ocurrió el 18 de enero de 1947. Ese documento, el original y la copia, lo guarda con celo don Rafael en su oficina, que tiene por el Churo de La Alameda, en la calle Luis Felipe Borja.

La canción pegó tanto porque, como dicen los entendidos en el tema, su partitura es muy sencilla y pondera a la quiteñidad; así que, con una ciudad de no más de 100 mil personas para aquel entonces, todos la cantaban y quedó para la posteridad.

Vela en ese tema también tuvieron las emisoras que, de noche y de día, no dejaban de ponerla en sus diferentes programas; en la lista estuvieron: Radio Quito, HCJB, Tarqui, Gran Colombia, Nacional, Espejo

Era tan famosa, que una vez terminada la novena del Niño Dios, en época navideña, se seguía tocando el Chullita Quiteño, acota don Rafael. Y todos coreaban mientras se servían el agua de raspadura con pan de leche y queso.