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10 de marzo de 2017 12:07

Cayambe no deja de llorar

David Limaico (25 años), Rosa Quimbiulco (40) y Luciana (6 meses de edad) fueron  enterrados. Foto: Alfredo Lagla / ÚN

David Limaico (25 años), Rosa Quimbiulco (40) y Luciana (6 meses de edad) fueron enterrados. Foto: Alfredo Lagla / ÚN

Betty Beltrán

‘Me quedé sola. Sin familia. Ya no más muertes. Esos carros viejos deben botarlos”. La frase fue de María Ana Quimbiulco, madre de Karina Coyago (de 24 años), una de las víctimas del accidente en el sector de Guayllabamba.

El martes 7 de marzo, un bus de la cooperativa Flor del Valle chocó a una camioneta doble cabina y luego cayó a un barranco. Hubo 12 muertos y 25 heridos.

María Ana, de estatura pequeña, vestida de luto, no paraba de llorar cada vez que un familiar o un amigo llegaba hasta el barrio La Estación, comuna San Luis de Guachalá (Cayambe), a presentar su condolencia. Allí, junto a la iglesia evangélica del sector, se levantó la capilla ardiente para velar los cuerpos de su yerno, de su nieta y de su hermana. Su hija Karina permanece en estado grave, en el H. Eugenio Espejo. Todos viajaban en la camioneta.

“Ellos eran mi única compañía”, insistió entre sollozos la mujer oriunda del cantón Cayambe. Abrazaba a sus conocidos y los llevaba dentro de la habitación, de 12 por 9 metros, donde estaban los tres féretros: el de su yerno, David Limaico (de 25 años); el de su nieta, Luciana (de seis meses de edad); y el de su hermana, Rosa Quimbiulco (40 años).

Al mediodía de ayer (jueves 9 de marzo del 2017), la habitación se iba llenando. Todas las personas estaban consternadas y mientras se servían unas papas con zarza, no dejaban de recordar a la pareja que, hacía menos de dos años, se había casado en una hacienda del sector.

La pareja era de religión evangélica y muy entregada a la ayuda del prójimo. Su deseo: servir a la comunidad y tener cuatro hijos. Él era el músico del templo, dominaba el bajo y la guitarra; ella, tesorera de la iglesia y a punto de graduarse como Administradora de Empresas en la Universidad Salesiana. Eran muy queridos.

El traslado

A las 14:00 comenzó el culto para despedir a los difuntos y llevarlos hasta el camposanto de San Luis de Guachalá: “Más allá del sol, hay un bello lugar donde Cristo nos llevará...”. Esa era la estrofa de la canción más repetida por todos los asistentes al funeral.

Tres pastores de diferentes iglesias evangélicas de la zona presidieron la ceremonia religiosa. A las 15:30, salieron los féretros en los hombros de los familiares y amigos de las víctimas.

Tres cuadras hacia el sur de ahí, en el cementerio, fueron enterrados. Y María Ana gritaba de dolor: “Ellos eran mis únicas compañías”.