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20 de enero de 2020 09:29

Los bomberos salvan cerros sin descanso

400 efectivos se distribuyeron por el cerro Casitagua durante la emergencia. Foto: Julio Estrella / ÚN

400 efectivos se distribuyeron por el cerro Casitagua durante la emergencia. Foto: Julio Estrella / ÚN

Ana María Carvajal
(I)

Parecen incansables, pero no lo son. Su entrenamiento, que incluye al menos dos caminatas al mes de 30 a 40 km les permite estar listos para combatir el fuego cuando se propaga por bosques y montañas en épocas secas y calurosas como la actual.

En el Cuerpo de Bomberos de Quito hay 60 forestales y de ellos 12 son mujeres. En emergencias como la del Casitagua trabajan con bomberos de otras ramas y tienen el apoyo de militares y guardaparques.

Según el teniente Marco Quinatoa, para ganar tiempo a veces viajan en helicóptero. Otros van en camionetas, motos y carros como los Unimog, 100% forestales, que tienen en Pifo, Carapungo y el Parque Metropolitano. Estos Mercedes Benz son una de sus diversas herramientas.

Pero no siempre pueden contar con estos vehículos con capacidad para 150 litros de agua y 35 de reserva para los rociadores de autoprotección que activan cuando el fuego los rodea.

También tienen motosierras, palas, bombas-mochila, sopladoras, etc. Pero la principal es el trabajo en equipo, según Quinatoa y el capitán Manuel Gallegos.

El primero cuenta que en un incendio en el Pululahua, las piedras estaban flojas pues no había vegetación que las sujete. Unos voluntarios pisaron una que cayó en su rostro y lo dejó inconsciente.

Al despertar vio a sus compañeros protegiéndolo en un lugar seguro. Él no sabía qué pasó, pero de pronto sintió el calor de la sangre que brotaba de su nariz. Otros compañeros lo sacaron en helicóptero.

En Quito hay 60 bomberos especializados en incendios forestales. Foto: Diego Pallero / ÚN

En Quito hay 60 bomberos especializados en incendios forestales. Foto: Diego Pallero / ÚN

“El bombero convive con el fuego y con el miedo”, dice Gallegos, y por ello la habilidad de motivación del líder es vital. Ellos trabajan en cuadrillas de ocho personas y un superior coordina hasta a ocho líderes.

Ese apoyo mutuo también evitó heridas a tres bomberos que en el Casitagua fueron afectados. Daniela Olmedo contó que por un cambio de viento, el fuego los acorraló y debieron salir sobre piso candente. Sus botas no lo soportaron y sus pies sufrieron una quemadura similar a la solar.

A sus espaldas, cada uno carga una maleta que se ve pequeña, a pesar de su peso. En ella llevan un ‘camel bag’ con litro y medio de agua, un litro de agua adicional y una bebida hidratante. También tienen una ración fría de alimentos, panela, barra energética, leche en polvo, café, azúcar, sal y dos pastillas de cloro.

Los alimentos se calientan en una funda que tiene un producto químico y a falta de eso, la brasa del mismo incendio puede ayudar.

“Bombero que no carga, no come”, dice Quinatoa y Gallegos corrobora aquello. Cada uno completa sus reservas con lo que les gusta. A él, por ejemplo, le encanta llevar consigo una funda de buen tostado, para tener energía en las extensas jornadas que pasa combatiendo incendios.

La mochila tiene tres elementos vitales: una radio, un tanque de aire comprimido y un refugio antifuego, que abren si el fuego los cerca. Es una minicarpa aluminizada, que hace que el fuego pase sobre ellos y que soporta hasta 500 grados. La radio les sirve para coordinar y para pedir ayuda y el aire los mantiene a salvo hasta que sus compañeros los rescaten.

Aunque muchos los ven como héroes, ellos pintaron en su estación de Pifo un mural que les recuerda a diario que son “seres humanos comunes, haciendo cosas diferentes”.