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30 de septiembre de 2020 16:31

Bolívar Cáceres vuelve al Antisana

Bolívar Cáceres subía cada mes al Antisana para medir el glaciar. La pandemia cortó sus visitas. Foto: Cortesía Bolívar Cáceres

Bolívar Cáceres subía cada mes al Antisana para medir el glaciar. La pandemia cortó sus visitas. Foto: Cortesía Bolívar Cáceres

Betty Beltrán (I)

Todos los meses, desde 1997, Bolívar Cáceres subía al Antisana a medir la cobertura glaciar del nevado, localizado a 50 km al sureste de Quito. Era su segunda oficina, aparte de la que tiene en el Inamhi en donde se encarga de monitorear los colosos.

Por la emergencia sanitaria pararon sus citas con su amigo gigante, cuya cumbre alcanza 5 758 metros de altura. No ha ido desde hace seis meses y lo extrañó tanto... Pero la primera semana de octubre volverá.

Cada mes armaba viaje; la salida era a las 06:30, en un 4x4, pasaba por Píntag y tras dos horas y media de viaje por un camino asfaltado llegaba al páramo, a La Mica. Y de allí, otro trecho por 40 minutos más, por una vía de tercer orden.

Alrededor de las 11:00, siempre y cuando el ambiente estuviese seco, llegaba a los 4 600 metros de altura en vehículo y, desde ahí, subía a pie hasta el glaciar. Ese último trecho solía tomarle 45 minutos o una hora, todo dependía de las condiciones del terreno.

Una vez en el punto, entre los 4 800 o 5 000 metros de altura, manos a la obra: medir las 10 estacas enterradas en el glaciar; la faena solía demorar entre tres y cuatro horas. Se trata de unos tubos de PVC reforzados, que se entierran 12 metros dentro del hielo, con un aparato llamado sonda a vapor.

Se suele dejar una parte de las estacas fuera y cada mes se las mide, si es que el hielo se derrite el tubo se ve más largo y cuando hay acumulación, se ve más corto. Lo común es que salga, y al cabo de un año y medio esté completamente fuera y deben ser reemplazadas, cuenta el ingeniero Cáceres.

Es un trabajo clave porque al final del año se hace una suma de esos valores mensuales y se tiene el balance anual que indica la cantidad de agua que se ha perdido o ganado durante el año. Con ese seguimiento, el Inamhi estudia el cambio climático.

No basta hacer la medición de las estacas, Cáceres cuenta que una vez al año mide la cantidad de lluvia que ha caído sobre la red de la cuenca, también un nuevo levantamiento topográfico de la lengua del glaciar y reemplaza las estacas.

Toda esa labor le lleva entre tres o cuatro días, y para ello duerme en La Mica.
¿Esta rutina mensual también se hace en otro glaciares? No, responde el especialista. En el Cotopaxi, Chimborazo o Carihuairazo se hacen mediciones una o dos veces al año. Solo en el Antisana, una vez cada mes; porque es una localidad tipo, dice Cáceres.

O sea, es el glaciar representativo de los Andes del Ecuador. Y la idea es tener la mayor cantidad de información para describir la evolución del glaciar con relación al cambio climático.

Cáceres, de 55 años, cuenta los días para volver al nevado, mientras llega ese día mentalmente sube a su cumbre por Los Crespos, aquel paso ensillado y temido por todos los escaladores. Él le perdió miedo; eso sí, le guarda harto respeto. Y mucho amor.