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19 de julio de 2021 18:07

Aves de papel en La Colmena

El tejido con sigses y el trabajo de juntar formas para conseguir la cometa ideal es parte del proceso. Foto: cortesía

El tejido con sigses y el trabajo de juntar formas para conseguir la cometa ideal es parte del proceso. Foto: cortesía

Betty Beltrán
(I)

Como estamos en pleno verano, el cielo ya comienza a cubrirse de cometas de todo tamaño y color. Esas aves de papel las confeccionan, como cada año en estas épocas, los artesanos del colectivo Chaquiñán.

Son tan habilidosos que no se conforman con uno o dos modelos, siempre andan inventándose cosas y todos esos trucos los socializan en el taller que, la próxima semana, armarán en el Facebook de la agrupación, cuenta Iván Villacís, uno de los integrantes.

Todo porque el eje que persiguen es revitalizar la memoria de la cometa y su vuelo, una tradición que se estaba perdiendo con el tiempo en Quito. Esa iniciativa se instaló desde hace 10 años, en el momento mismo que apareció Chaquiñán, apunta.

Como este arte no es cuestión de ‘soplar y hacer botellas’, lo primero que se hace es buscar los sigses que crecen en los montes. Antes de la pandemia, solían hacerlo con los niños del barrio La Colmena, el cuartel general de Chaquiñán. Este año y el anterior solo subió un grupo de artesanos y recogió unos 100 sigses.

La tarea es bien “demorosa”, pues la vara corta a la voz de ya y hay que usar alguna prenda para envolverse las manos. Luego se clasifica, se la pela y retira el penacho, de esa manera queda un pedazo de 60 centímetros.

Los chicos de todas las edades aprenden no solamente a fabricar las cometas, también a volarlas. Foto: cortesía

Los chicos de todas las edades aprenden no solamente a fabricar las cometas, también a volarlas. Foto: cortesía

En ese punto, comienza la elaboración de la cometa: se toman tres sigses, una lana fina para hacer el esqueleto, también se necesitan alfiler, tijeras, goma blanca y papel cometa o periódico.

El rabo se hace con una sábana vieja o plástico, eso sí debe ser bien largo para que no cabecea la cometa, dice Villacís. En cada ave de papel se demora unos 30 minutos, más por el tema de los ‘ananais’.

El colectivo Chaquiñán ya tiene un número considerable de cometas, así que las está vendiendo sin hilo y sin cola. La más grande está en USD 4, las medidas en 3; si se anima a comprar, conéctese por el Facebook.

Jorge Moya y Willian Toapanta son quienes ponen el toque artístico a esos artilugios que tiene varias formas: estrella, hexagonal, cuadrada, cruz, papagallos, faroles... Les ponen hartos flecos para que cuando estén en lo más alto del cielo, baile con el viento.

Sin embargo, Villacís recuerda que el fuerte del colectivo son los talleres para desempolvar la memoria y revitalizar el arte de las cometas. Antes, agrega, esos juguetes delicados se hacían con engrudo, papel periódico y familia en pleno, algo que de a poco se va perdiendo, y peor en estas épocas. Si está bien hecho el compás, seguramente todas volarán alto.

Esa tradición es lo que se pretende rescatar con los talleres gratuitos, porque la idea es que la gente recuerde cómo hacer esas aves de papel y así volver a ser un niño grande. Y valorar la identidad.