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25 de julio de 2019 09:37

En la Guayaquil no hay guayacos

Manuel Garzón posa en la calzada  Guayaquil; tiene 85 años. Foto: Betty Beltrán / ÚN

Manuel Garzón posa en la calzada Guayaquil; tiene 85 años. Foto: Betty Beltrán / ÚN

Betty Beltrán

Este 25 de julio se celebra la fundación de Guayaquil (1535) y la capital tiene algunas huellas que le recuerdan a la ‘Perla del Pacífico’. Una de las que más destaca es la calle que lleva su nombre, tiene un kilómetro y medio y va desde la Caldas hasta la Ambato.

Ni con el paso del tiempo, esta arteria que recorre todo lo que fue la ciudad colonial, actual Centro Histórico, ha perdido su espíritu emprendedor. Actualmente, a la Guayaquil se la conoce con el mote de ‘calle de los helados’, pero a lo largo de su historia ha tenido varias denominaciones.

Patricio Guerra, cronista de la Ciudad, recuerda que al tramo entre la Ambato y la plaza de Santo Domingo se la llamaba ‘De las Churrerías’, porque se vendían productos de comercio menor; al tramo que va desde la Bolívar hasta la plaza del Teatro se la conocía como ‘Del Comercio Bajo’, pues había full tiendas de abarrotes; y desde allí hasta la Briceño se la identificaba como ‘De la Sábana Blanca’, por una leyenda de cucos.

Solo a partir de los años 60, a través de una ordenanza, esta calzada fue denominada Guayaquil. Y este Diario la recorrió de punta a punta y no encontró a ningún guayaco, sí a una mujer de Vinces, que vende churos; y a un hombre de Mocache, que oferta relojes. El resto de comerciantes está entre chullitas y chagritas de la región Sierra.

Entre sus 14 cuadras, en la Guayaquil se comercializa de todo un poco, pero donde resaltan las cobijas y prendas de lana es en el tramo de la Bolívar y Sucre. Y entre la Esmeraldas y Oriente es la mata de zapatos; mientras que en la Oriente y Galápagos abundan los helados. En el resto hay toda una variedad, desde empanadas de viento hasta cucas.

Manuel Garzón, propietario de la Relojería Profesional Helvacia, lleva 65 años en la Guayaquil, entre Olmedo y Manabí, y tiene hartos recuerdos. Dice que en su esquina estaban cinco relojerías de “puros gringos colorados”, y más arriba full comidas y boticas.

Que por esta vía pasaban los buses de madera, con las rutas Camal-Hipódromo y Villa Flora-La Carolina. Y como dejaban tanto humo, los comerciantes tenían ventiladores en la puerta de sus negocios. Actualmente es más llevadero ese tema.
Y sobre el mote de ‘calle de los helados’, don Manuel indica que toda la vida esta arteria se caracterizó por la venta de helados, solo que hoy están al paso y quienes los ofrecen son venezolanos.

Así que aquello de calle de la alcurnia quedó para el recuerdo. En sus casas habitó Gabriel García Moreno (Guayaquil y Rocafuerte), incluso el marqués de Selva Alegre (Guayaquil y Espejo), cuenta el Cronista.

Hay más personalidades, esta calzada fue vivienda de militares como Belisario Torres, Manuel Moreno y Carlos Rivadeneira, según el historiador Fernando Jurado Noboa, en su libro ‘Calles, casas y gente del Centro Histórico de Quito’.

No solo eso, en todo su largo se levantaron edificaciones importantísimas: Universidad Santo Tomás de Aquino (en la manzada de Santo Domingo), residencia Chiriboga (frente a la Plaza Chica), iglesia San Agustín (tramo de la Chile), Casa de los Presidentes (en la Mejía), Teatro Sucre (junto a la Manabí)…
A la Guayaquil, la antigua vía más larga de la ciudad, también la llamaron de las pilas, porque en cada esquina tenía una bella pileta, se indica en el libro del historiador Jurado Noboa.

Allí también nacieron las boticas más populares de antaño (París, Francesa y Moderna); esos sitios incluso eran tertuliaderos de los adolescentes de la época.
En el gobierno de la dictadura militar, rememora el Cronista de la Ciudad, por la calle Guayaquil ingresó el primer barril de petróleo. Y por los años 1948 y 1952 los corsos de flores -que se inventaron para dizque culturizar el carnaval-hacían roncha en cada esquina de esta artería del Quito antiguo y tradicional. Y, como admite don Manuel, nunca faltó un helado de colores.