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23 de abril de 2019 09:48

Gladys vivió 9 meses en una termocuna

Los padres de Gladys posan junto a los profesionales que atendieron a la niña. Foto: Roberto Peñafiel / ÚN

Los padres de Gladys posan junto a los profesionales que atendieron a la niña. Foto: Roberto Peñafiel / ÚN

Valeria Heredia

El ciudadano venezolano Leonardo Acosta tiene planificada la primera salida al parque con la pequeña Gladys. Irán a La Carolina, para disfrutar del aire libre y de un momento familiar junto a su esposa Gladymar Vega. “Es necesario”, dice, luego de que su hija estuviera hospitalizada durante nueve meses en el Hospital Carlos Andrade Marín del IESS, producto de su nacimiento precoz.

Con apenas 25 semanas (unos seis meses), lo que se conoce como inmaturidad extrema, Gladys vino al mundo. La fecha prevista para el alumbramiento era el 20 de octubre del 2018. Pero una infección en las vías urinarias de Gladymar hizo que el parto se adelantara; ocurrió el 10 de julio. Para que un nacimiento sea considerado normal deben completarse 40 semanas.

El nacimiento precoz representó una preocupación. Y no es para menos, ya que el índice de prematuros que sobrevive es bajo. Es de menos del 1% por el bajo peso, talla y por la falta de madurez de los órganos.

Gladys nació con 32,5 centímetros, es decir, un poco más grande que una regla escolar. Además su peso llegó a 700 gramos. Un bebé que nace a término- mide entre 48 y 52 centímetros y alcanza los 3 000 gramos aproximadamente.

Se le colocó respiración artificial; se le suministró antibióticos, nutrición vía sonda e incluso se le practicó una operación de corazón. Además, los médicos comenzaron con terapias para que aprenda a deglutir los alimentos.

El amor y la dedicación de sus padres y médicos hicieron posible este milagro. Y el 22 de abril del 2019 la familia Acosta Vega se preparaba para la llegada de Gladys a su casa, ubicada en Luluncoto.

“Para Dios no es nada imposible”. Ese es el mensaje que repetía la pareja. Ambos lo han corroborado en estos nueve meses de estancia en el hospital del IESS.
La familia aún tiene que sortear más aventuras de la mano de la niña, quien debe ir a controles por su displasia pulmonar, un mal que afecta a los pulmones de los niños prematuros. Ella necesita, entre otros, un tanque de oxígeno y una inyección.

Esta última no está dentro del cuadro básico de medicamentos, por lo que los padres requieren una colaboración económica para adquirirlas. “La niña necesita al menos cinco dosis; cada una cuesta cerca de USD 900”.