Tamara tiene plata, pero vale oro
Cuando vuelva a Ecuador, su madre Eloína Arce le espera con un plato de arroz con gandules. La progenitora es una persona fundamental en su historia deportiva y en su vida.
Antes de competir, la mamita le hizo una videollamada para darle su bendición y para decirle que todo estaría bien. Tamara Salazar se lo creyó y fluyó en su presentación en la plataforma en el Foro Internacional de Tokio.
A sus 23 años, con seis movimientos perfectos, la oriunda de Pusir Grande, en el Carchi, logró la medalla de plata, la segunda en la historia del país, la tercera presea en los actuales Juegos Olímpicos, los más exitosos en la historia del deporte nacional. Richard Carapaz y Neisi Dajomes, en ciclismo y halterofilia, ganaron oro.
En sus primeros Juegos Olímpicos, la atleta levantó 113 kilogramos en arrancada y 150 en dos tiempos, para un total de 263 kilogramos.
Pero Tamara no siempre fue pesista. En la comunidad de Pusir Grande, en el sector del Valle de El Chota, en una zona de agricultores, de gente buena y alegre, ella era atleta cuando era pequeña. Hacía salto largo y también salto triple.
Fue su hermana, Mayra, quien la impulsó a cambiar de deporte. Ella ahora maneja un centro formativo de nuevos pesistas en la comunidad y todos estuvieron pendientes de los movimientos de Tamara. “Cuando terminé mi competencia y prendí el teléfono, me enviaron fotos de cómo estaba la comunidad. Habían puesto una televisión grande y todos estaban bien pendientes”.
Los amigos la llaman Tamara o también Yajaira, su segundo nombre.
Pusir está en el Carchi, la tierra de Richard Carapaz. Jhonatan Narváez, que es del Playón de San Francisco (Sucumbíos), una zona pegadita a suelo carchense, posteó una foto en la que se lo mira a él junto a la pesista y a ‘Richie’ en un almuerzo en la Villa Olímpica.
Completa dicha imagen otro carchense: Juan José Caicedo. “Para que vean que yo también tengo una foto con la campeona”, presumía Narváez a sus seguidores en las redes sociales.
Jorge Rivero es el entrenador de la gran Tamara y uno de sus mentores en la carrera. Ella agradeció a todos quienes le ayudaron a llegar a este lugar de privilegio.
No se quiso olvidar del Todopoderoso: “Sin Dios no podría haber conseguido nada. Él guía mi camino. Ha sido todo un camino de mucho esfuerzo. Muchas veces me entrenaba con dolor, pero pude seguir”.
Doña Eloína prepara los gandules, que son una suerte de fréjol, y Pusir Grande se alista para abrazar a su hija más querida. Tamara tiene plata, pero vale oro.
