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En Las Aulas
1 de noviembre de 2017 12:19

Breve historia de la morlaquía y los morlacos

En el Centro Histórico de Cuenca destaca la Catedral. Foto: Archivo / ÚN

En el Centro Histórico de Cuenca destaca la Catedral. Foto: Archivo / ÚN

Redacción En las aulas


Cuenca es el país de la morlaquía. Cuenca la de los excelsos poetas, la tierra de los ríos cantarinos, la ciudad patrimonio que crece con impulso de los morlacos, que aman su urbe.

¿Cuál es su origen?

Según los historiadores, ‘Santa Ana de los Ríos de Cuenca’ fue fundada por Gil Ramírez Dávalos, en 1557, por orden del Virrey del Perú, Andrés Hurtado de Mendoza, en honor a la ciudad de Cuenca, España, donde Hurtado había nacido.
Pero esta bella ciudad también pudo llamarse Guapondelig o Tomebamba -que
eran sus nombres propios-. Pero, de qué se trata la morlaquía?

La morlaquía

Oswaldo Encalada dice: “Aparte del cantadito que lo identifica plenamente, al cuencano se lo reconoce por su esencia; además está un apelativo que identifica a las personas que viven en esta ciudad: morlaco”.
Se dice que este término era empleado para identificar a los naturales de esta zona y se comenzó a usar en el siglo XVIII cuando, al arribo a la ciudad del colombiano Francisco José de Caldas, escribió la palabra morlacos para referirse a los pobladores de manera despectiva.

Para Alberto Ordóñez, periodista, el término ha cambiado con el paso del tiempo, aunque aún se conservan expresiones peyorativas en su empleo: “Morlaco, ni de leva ni de saco”, “Si no te hacen de entrada, te hacen de salida”.

‘Cuencanerías’

Antonio Lloret Bastidas, cronista vitalicio de Cuenca, en ‘Cuencanerías’ comenta: “El mal genio de un sabio y patriota granadino, el señor Francisco José de Caldas, quien visitara Cuenca, allá por 1804, en medio de la justa admiración que le provocara el paisaje de la llanura-’la llanura florida como el cielo’-hizo que, entre los elogios dichos a la naturaleza ambiente, nos endilgara una retahíla de adjetivos injustos que aparecieron después en el ‘Seminario de la Nueva Granada’... ‘el bello Ejido de Cuenca’... ‘pintura risueña de la Bética’,... etc., y, luego, aquello de: ...’el morlaco nacido en el seno de las tinieblas de su patria’... y más lindezas”.

Lloret Bastidas menciona que Antonio de Ulloa y Jorge Juan, más espías que geodestas, en sus memorias hablaron con “extraño calificativo” de morlacos a los cuencanos, no por bien, sino en descrédito suyo”. El P. Julio Matovelle, en cambio, defiende al morlaco, como sinónimo de hábil y valiente.