placeholder
Las Últimas
21 de mayo de 2018 11:04

Plantón por cabo desaparecido

Familiares del cabo Ilaquiche se plantaron frente al Palacio de Carondelet. Foto: Eduardo Terán / ÚN

Familiares del cabo Ilaquiche se plantaron frente al Palacio de Carondelet. Foto: Eduardo Terán / ÚN

Betty Beltrán
(I)

Desde antes de las 06:00 de este 21 de mayo del 2018, familiares, amigos y vecinos del cabo segundo de infantería Wilson David Ilaquiche Gavilanes se tomaron una de las esquinas de la Plaza Grande, justo la que da al costado norte del Palacio de Carondelet.

El joven de 29 años desapareció el pasado 12 de mayo, en la frontera norte, en una parroquia rural de la provincia del Carchi y hasta ahora se desconoce qué ocurrió, dónde está, con quién y cuál es su condición de salud.

Ya son 10 días y no se sabe nada de él, dijeron sus allegados que hoy, a la madrugada, salieron desde Valencia (provincia de Los Ríos) con rumbo a Quito para hacer el plantón.

Su objetivo es pedir directamente al presidente Lenín Moreno que siga la búsqueda de Wilson David. Él se encontraba en el destacamento militar de Tobar Donoso. 

Angustia


Su madre, Gloria Gavilanes, no deja de llorar cada vez que le preguntan por su hijo mayor (tiene cuatro). “Él me mantenía, era el sostén del hogar, era el hijo más cariñoso, el más atento. Por Dios, ayúdeme a buscarlo”, dijo entre lágrimas.

Agregó que el 5 de mayo fue la última vez que habló por teléfono con él y “me dijo que no tenía cobertura y no se como ese día logró comunicarse conmigo”. Hasta cuatro veces a la semana se conectaba con su madrecita.

Y ¿qué le decía? “Que su trabajo era peligroso, pero que se sabía cuidar. Que no sufra por él”.

“Señor Presidente no permita que sea uno más de la lista de desaparecidos”, rezaba el cartel que no soltaba Néstor Ilaquiche, padre del militar desaparecido. Él vive en Quito y dijo que estará en la plaza las veces que sean necesarias.

Recordó que su hijo siempre quiso ser militar, ese era su sueño. Por eso mismo dejó la universidad en la cual se inscribió para seguir una ingeniería en Sistemas. “Le encantaba tanto arreglar computadoras”, agregó su madre.

También indicó que era enamoradizo. Tuvo un compromiso y dos hijas: una niña de siete años y un bebé de ocho meses. “Él juraba que jamás dejaría de velar por su prole, era muy responsable”.

Esa responsabilidad, dijeron, también era evidente en su trabajo. Su padre comentó que hace un mes le llamo por teléfono y le contó que le dieron el pase de Quevedo a Esmeraldas. “Yo le dije que se cuide y que a donde vaya demuestre lo que es: un chico comedido y que se hacía querer por todos”, mencionó don Néstor.

Al escuchar esas palabras, la madre del militar desaparecido volvió a llorar y a repetir: “por Dios no se cansen de buscar a mi hijo. Y esclarecer la verdad. Yo necesito saber qué pasó. Quiero que me lo traigan de vuelta, por el amor a Dios”.

Y si no hay oídos a sus ruegos, ella dijo: “seguiré al pie del Palacio, aunque sea sola y no importará la lluvia o el sol. Todo con tal de que se esclarezca dónde esta mi hijo de mi corazón”. Tras esa frase, doña Gloria volvió a secar sus ojos chiquitos y rojos.