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20 de abril de 2018 10:11

Un vistazo al trabajo y anécdotas de  Javier, Paúl y Efraín

Queremos recordar a Javier Ortega, Paúl Rivas y Efraín Segarra como grandes profesionales y sobre todo grandes seres humanos. Foto: AFP

Queremos recordar a Javier Ortega, Paúl Rivas y Efraín Segarra como grandes profesionales y sobre todo grandes seres humanos. Foto: AFP

Redacción Últimas Noticias
(I)

Un equipo de paz. Así se recordará a Paúl Rivas (fotógrafo), Javier Ortega (periodista) y Efraín Segarra (conductor) de Grupo EL COMERCIO. Ellos fueron secuestrados y luego asesinados por disidentes de las FARC.

Este especial no es para hablar del crimen sino para reconocer el aporte periodístico de los tres inol­vidables compañeros.

Paúl Rivas, si sonríe a la vida honrará al Rivitas

¡Cuidarás el chaleco! 

De los fotógrafos del diario, con el que más me demoré en coger confianza fue con Paúl. En el 2008, cuando llegué a Quito ya les conocía a Armando, a Pallero, Pato y Viche. Con ellos la amistad floreció sin lío, pero con Paúl tomó más tiempo. En las coberturas, la conversación no pasaba del “hola” o “aquí es el lugar donde hay que tomar las fotos”. Pero una vez que agarró confianza no paró. Cada vez que nos veíamos me gritaba: “Morlaquiiiiiito!”, con un respectivo pellizcón en donde se le ocurría. Hace un año le regalé un chaleco de fotógrafo que me quedaba enorme. “A vos te ha de quedar bien, porque eres langarote ¡Cuidarás!”, le pedí encarecidamente. (Pedro Maldonado)

Isabel Cabrera muestra la imagen de Leonor María Ramírez. (8 de abril del 2013). Foto: Paúl Rivas / ÚN

Isabel Cabrera muestra la imagen de Leonor María Ramírez. (8 de abril del 2013). Foto: Paúl Rivas / ÚN

El fotógrafo de mi boda

Muy generoso con todo el mundo, a mí -por ejemplo- nunca me dejó pagar los helados, los chicles o las colas en los viajes de cobertura. Su familia que vivía en Manta nos acogió, en una cobertura que hicimos por el terremoto, con la misma calidez propia de él. Meses antes del día de mi boda, se ofreció a ser quien retratase ese día especial, y así lo hizo, acompañado de su hija Carito como su asistente. ¡Pero sonrían!, nos decía, ni parece que se casaron. Me entregó fotos en varios tamaños, la mayoría en una cajita de madera que me pidió guardar para que mi familia no se las llevara. “Verás que si te quitan ya no te puedo imprimir porque te cuesta el doble”. Y reía. (Andrea Medina)

El trabajo era más pleno con ese paúl gracioso 

Ocurrido, gracioso y espontáneo, así era Paúl Rivas en cada una de nuestras coberturas. Trabajamos juntos por algo más de seis meses en la Unidad de Noticias, más conocida como la unidad de ‘Choque’. Cada nota o salida en vivo era el resultado de un trabajo en equipo, de un trabajo entre grandes amigos. Pero, sin duda, una de las anécdotas más graciosas fue cuando en una salida en Facebook Live, desde la Plataforma Gubernamental del Sur, algo pasó y mi voz parecía la de Alvin, aquella famosa ardilla protagonista de una película de dibujos animados. Cuando revisamos el video publicado, no podíamos parar de reír al escuchar mi voz. Paúl bromeaba a diario con este hecho, incluso el último video que me envió, el pasado 24 de marzo, era para recordarme el ridículo que había hecho en aquella oportunidad, pero un ridículo que se hace con un amigo siempre es más llevadero. Lo llevaré siempre en mi mente y en mi corazón. (Belén Merizalde)

Jose Muquinche y María Sánchez se besan en una boda masiva. (17 de julio/2016). Foto: Paúl Rivas / ÚN

Jose Muquinche y María Sánchez se besan en una boda masiva. (17 de julio/2016). Foto: Paúl Rivas / ÚN

‘Tú tranquila, para algo hay seguro’ 

Creo que es imposible contar todo lo que el ‘Guambris’ me enseñó en más de 12 años de amistad y complicidad. Aunque no fui muy buena alumna en valentía, porque ahora mismo estoy fallando en la clase, él se esmeró en enseñarme sobre ese valor. Me dio confianza para manejar un auto, sea el suyo, el mío o el de quien sea, salvo su amado Jeepy al que solo me dejó subir como pasajera. Decía que era muy duro para mí y que era mejor que solo lo acompañara. La primera vez que me confió su auto rojo -que ahora es mío- le dije ¿y qué pasa si me choco? “Tú tranquila -me dijo- para algo hay seguro. Solo toca pagar el deducible”. Como si nada. Tenía el dond e tranquilizar. Temblorosa conduje varias vueltas por Quitumbe y de chiste en chiste me motivó a llegar a mi casa, en Las Casas. Gracias por siempre quererme, cuidarme, enseñarme y protegerme a pesar de que la vida ha cambiado varias veces en este tiempo. Contigo estaremos hasta la eternidad. (Ana María Carvajal)

Javier Ortega, la 'pistachomanía' será para siempre'


Cariñoso hasta en los apuros 

Su paso era ligero y sacando pecho. A la hora de mayor ajetreo en la Redacción, pocas veces se detenía a conversar con algún compañero. Y cuando lo hacía, lo primero que preguntaba era: ¿Todo bien? Sí, todo bien, le respondía. Yo le decía: “Oloroso andas , qué colonia usas”. De inmediato se ponía colorado, y decía: “Así es mi olor natural...”. Sonría con todo gusto.

Pero había ocasiones que no se detenía para nada, a duras penas saludaba al vuelo. Y ahí le llamaba la atención: “Qués pues, cuidado con perder la humildad”. Ante semejante afirmación, Javi regresaba a abrazarme fuerte y largo. Y en el oído me susurraba: “Perdón, Beticita, ando a full…”. (Betty Beltrán)

Javier Ortega en una de sus coberturas periodísticas.

Javier Ortega en una de sus coberturas periodísticas.

Javi se fue con la deuda de un helado

Es difícil para los corresponsales en provincia relacionarse con la gente que está en la redacción Quito. Conversamos con ellos por teléfono, casi a diario, para coordinar el trabajo, pero no los conocemos en persona. Pero con el Javi fue diferente. Un día me escribió para pedirme ayuda con un tema y horas después de una conversación muy espontánea, ya éramos amigos. Un día me pidió unas fotos y yo estaba muy atareada, pero solo por ayudarle me di modos de reorganizar mi agenda. Como premio por ese esfuerzo me prometió un helado. Siempre conversamos del momento que podríamos conocernos personalmente y compartir ese helado. Cuando finalmente nos conocimos, solo pudimos conversar unos minutos por la prisa. Me reclamó en son de broma: “No vienes a Quito, y cuando vienes te vas enseguida”, luego me dijo, “para la próxima sí, lo prometo”, y se fue de cobertura. Aún estoy esperando que regrese y que se cumpla esa promesa de ir a tomar un helado, ¡aún lo espero! (Cristina Márquez)

‘Algún día marcaré un gol como lo hace Messi’

Si de describir una de las pasiones de Javi se trata, pues diría que el fútbol fue de las más grandes para él.

Un martes (o quizá un jueves) que debíamos jugar un partido con nuestro querido equipo Reciclados, escuché: “¿Por qué no te has cambiado?”. En seguida un: “¡Nos falta uno!”. Y de inmediato, caí en cuenta de que era Javi quien estaba sentado ahí al filo de la cancha, recobrando fuerzas después de un extenuante primer tiempo…

Pero ese no fue el único partido en que pude coincidir con el Javi, fueron varios, en los cuales, de una u otra manera, decía: “Algún día marcaré un gol como lo hace Messi en el Barça”, entre risas cuando ese caprichoso balón no entraba en el arco contrario.

Tampoco puedo olvidar la dedicación del Javi al escribir meticulosamente una nota, siempre atareado en turno de fin de semana con la elástica del Barça, su equipo favorito, su equipo de su corazón profundo y eterno… (Juan Carlos Narváez)

Javi, un aficionado del deporte.

Javi, un aficionado del deporte.

Javier, Pistacho para los repanas del diario

Ambos iniciamos juntos en Últimas Noticias y en aquel torneo de fútbol del 2012, me lesioné de la rodilla derecha después del tercer partido y las hice de asistente técnico. En aquella final, el partido estuvo cerrado y la marca de Mauricio Bayas y Fernando Mendoza sobre Julio de la Cruz y Javier Salvador fue asfixiante y sin tregua; fue allí cuando el Javi me dijo si lo mejor era desbordar por la derecha para abrir el juego y yo le dije, hazlo, eres rápido y eres el factor sorpresa... Y faltando un minuto para que se acabe el juego, el Javi tomó el balón y a velocidad de rayo dejó a tres rivales en el camino, para regalarnos la victoria con un remate cruzado que dejó sin reacción al portero. Esos recuerdos y esas sonrisas hoy me faltan y los lloro intensamente, porque sin ellos la Redacción del Grupo El Comercio está vacía. Así voy a recordar siempre a mi amigo Javier Ortega, con la pelota al piso, con una sonrisa sencilla y luminosa, con ese gol que lo cantaré eternamente. Siempre te recordaré, amigo de partidos inolvidables y llenos. (Edwing Encalada).

Efraín Segarra, él nos conduce en este largo viaje

Las últimas coberturas en medio de la lluvia

Las últimas coberturas que Segarrita hizo en Quito, las hizo conmigo. El 23 de marzo, a eso de las 15:40, estábamos estancados en el tráfico, por la lluvia incansable que lo entorpecía todo. Ninguno había almorzado y el hambre nos hizo celebrar al ver un vendedor de helados. Segarrita pidió un empastado y yo un sánduche. “Helados para este calor”, dijo de forma irónica y ambos nos reímos. Durante un par de horas, estancados por la lluvia y la congestión de autos, conversamos, como siempre, de todo. En esta ocasión, una de las charlas en la que nos interesamos más fue en su viaje a San Lorenzo. Me contó que el sábado iba a poner el auto a punto; a revisar el nivel de aceite, las llantas, las luces, entre otros. También debía resolver a quién dejaría a cargo de sus mascotas. Ya en la noche, pasadas las 10:00, nos despedimos igual que al finalizar cualquier otra jornada. “Que le vaya bien en el viaje, cuidarase”, le dije, a lo que él respondió, “Sí señorita, no se preocupe”. (Ana Cristina Alvarado)

Cobertura del Cotopaxi, ojo al volcán. 29 de agosto del 2015.

Cobertura del Cotopaxi, ojo al volcán. 29 de agosto del 2015.

Siempre será el papá bonachón

“¡Segarrita! ¡Buen día! ¡Soolo limpiando el carro!”. Me responde: “¡Hola mijo! ¿Cómo te va? Déjame la llave de tu carro y te doy limpiando”. Hoy lo escucho despacio, palabra por palabra. ¿Si vio esta foto? Fue la primera vez que nos ganan a la redacción en un concurso del pase del niño. Esa pareja feliz fue un éxito. Nadie en su sano juicio se esperaba que el “panzón” sea usted, Segarrita. Por ahí anda el video de su actuación ya le encuentro y se lo muestro. Saca y me brinda un tabaquito. No Segarrita, ya no fumo. Verlo limpiar el carro me recuerda a mi papá, él también es chofer profesional. “A mí también me hizo sacar la licencia profesional, colega”, le cuento. Ahora le dicen “el rey de la selfie”. “Aprovechando que tengo este aparato (celular) mijo”, me dice. No sabía que él iba a San Lorenzo hasta que vi su foto en el “face”. No le dije que le vaya bien, porque siempre hacía su trabajo con mesura y confiaba que volvería. Ahora llego al parqueadero y no veo su camioneta, no se percibe el humo de su tabaco. (Marco A. Reyes)

El hombre que subía el ánimo a cualquiera

Del señor Segarra tengo muchos recuerdos, pero el último fue el más especial. Yo fui la última persona que viajó con él por trabajo, antes que todo sucediera. Fuimos a una empresa en Pedro Vicente Maldonado y regresábamos por la carretera Calacalí - La Independencia. Yo estaba triste ese día. Pero me alivió tanto la conversación que me hizo el señor Segarra sobre cómo encontró y cómo cuidaba de sus gatos. Como a mí también me gustan los gatos compartimos consejos de cuidado y me recomendó comprarles unos juguetes. Me dijo que en los próximos días me iba a llevar al almacén donde se compraba los juguetes para mi gata. Ese día nunca va a llegar. (Carolina Enríquez)

Siempre estaba listo en cada cobertura. Desde las simples hasta las extremas.

Siempre estaba listo en cada cobertura. Desde las simples hasta las extremas.

Ante todo estaba su labor con el equipo

La última vez que vi a Segarrita estaba con Ana Belén Veintimilla almorzando en el comedor de la Redacción Norte. Fue el viernes 23 de marzo del 2018, tres días antes del secuestro. Cerca de la 13:30, él entró, saludó, soltó una sonrisa y se sentó a la mesa que estaba junto a nosotros. En la mano izquierda tenía un vaso de jugo y en la derecha un pan. “¿Segarrita por qué no almuerza?”, le increpó Ana Belén. Él se volteó y respondió que era porque no quería llegar tarde a su cobertura. Esa fue la última vez que vi su sonrisa bonachona y palpé en carne propia su entrega por el trabajo. (Gabriel Flores)