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9 de junio de 2017 10:13

La historia del niño que delató a su madre en un campo de detención en Corea

La separación familiar hizo que Shin Dong-hyuk creciera sin amor, convencido de que su familia tenía la culpa de su destino y los guardias y el Estado eran sus protectores. Pero aunque hizo lo que le enseñaron, fue detenido y torturado. Foto: Captura de p

La separación familiar hizo que Shin Dong-hyuk creciera sin amor, convencido de que su familia tenía la culpa de su destino y los guardias y el Estado eran sus protectores. Pero aunque hizo lo que le enseñaron, fue detenido y torturado. Foto: Captura de pantalla

Infobae - Red de Noticias Albavisión

Entre las primeras memorias de Shin Dong-hyuk  -quien nació en el Campo 14, una enorme población de presos políticos a una hora de Pyongyang- hay una ejecución.

Los tres fusiles que dispararon tres veces lo aterraron. Tenía cuatro años.

Una década más tarde, en el mismo lugar, asistiría a la ejecución de su madre y de su hermano.

Esa vez no se asustó. No sintió nada, salvo cierta incomodidad en el momento en que los ojos de su madre lo encontraron entre la multitud reunida para el "momento didáctico", como se considera el fusilamiento de los enemigos políticos en un centro de prisioneros de Corea del Norte. Él los había delatado.

"Mientras los veía morir, Shin se sintió aliviado porque no se trataba de él. Estaba enojado con su madre y su hermano por haber planificado su fuga", escribió Blaine Harden, ex periodista de The Washington Post, en la biografía de Shin, Escape From Camp 14.

Cuando, años más tarde, él escapó de la Colonia Penal Laboral 14 -como se llama oficialmente el Campo de Kaechon- y llegó a los Estados Unidos, omitió esa parte de su historia. Había aprendido que todas las certezas que le había enseñado el ámbito inhumano en el que se creó su imaginario merecían ser puestas en duda.

Entonces ocultó que él los había entregado. Sentía culpa y vergüenza. Sin embargo, en el momento de denunciarlos sentía hostilidad y rencor.

La madre de Shin salía por las mañanas para trabajar en los cultivos. Se levantaba a las 4 para preparar el desayuno y el almuerzo para ambos, la misma combinación de papilla de maíz, col en vinagre y sopa de col. El niño, siempre hambriento, se quedaba en la casa e invariablemente comía su almuerzo y el de su madre. Cuando la mujer regresaba al mediodía, le gritaba y lo golpeaba.

"No obstante, Shin le sacaba a su madre toda la comida que podía, cada vez que podía. No se le ocurría que si él comía el almuerzo de ella, ella pasaría hambre", escribió Harden. "Cuando él estaba en el campo —y dependía de ella para comer, y le robaba los alimentos, y soportaba sus golpizas— la veía como una competencia para sobrevivir".

Jang Hye Gyung se había casado con Shin Gyung Sub dentro del campo, según arreglaron las autoridades. Tuvieron dos hijos, se vieron un puñado de veces por año. Shin apenas conoció a su hermano: cuando él nació, Shin He Geun pasaba 10 horas por día en la escuela, y luego cumplió 12 y se mudó a un dormitorio. Nunca sintió afecto por ellos. Sus padres eran los traidores al Estado por los cuales él era un prisionero, le repetían los guardias; su hermano no era un buen trabajador, nunca ayudaría a lavar los pecados de la familia.

Shin tenía 13 años cuando el maestro le dio permiso para ir a visitar a su madre. Cuando llegó la encontró con su hermano. Los tres comieron la ración de ella. Y Shin fue a dormir. Pero la conversación lo distraía. Y los ruidos. Se asomó y descubrió que la madre cocinaba arroz para el hermano.

"Es difícil exagerar la importancia del arroz en la cultura de Corea del Norte", explicó Harden. "Significa abundancia, evoca la proximidad familiar y santifica una comida como corresponde". Luego de la hambruna que causó la muerte de casi dos millones de personas en la década de 1990, la arrocera eléctrica se convirtió en un símbolo de estatus.

Enfurecido, Shin se escondió para espiarlos mientras comían el arroz que su madre seguramente había robado de a poco. Supo que el hermano no había conseguido permiso, sino que había cometido una falta en la cementera donde trabajaba y estaba en problemas. Cuando los guardias lo encontraran, toda la familia sería castigada, pensó.

Y entonces escuchó lo que creía imposible: su hermano hablaba con su madre acerca de escapar. El arroz era la energía que necesitaban.

"No escuchó que su madre se manifestara de acuerdo. Pero tampoco trataba de convencer a su hermano de que se quedara, aunque sabía que si él escapaba o moría en el intento, torturarían y probablemente matarían a todos en la familia", según la biografía de Harden.

Inclusive a él, que era menor. Las reglas de la ciudad-prisión indicaban que las autoridades podían disparar contra el testigo de un intento de fuga que no lo hubiera denunciado. "Los instintos de Shin, criado en el Campo 14, lo dominaron: tenía que decirle a un guardia" .

Volvió al dormitorio de la escuela. Pidió más comida y ser nombrado líder de su grado. Delató a su familia y se fue a dormir. Cuando a la mañana siguiente lo llevaron detenido, no comprendió que el guardia se había quedado con el crédito de la denuncia y a él lo arrestaban por complicidad. Pero lo entendió pronto: cuando comenzaron los interrogatorios con tortura en lugar del aumento de alimentos por haber sido leal al Estado que domina la familia Kim.

Luego de contarle su historia a Harden, Shin admitió que le había mentido. "Estaba aterrado de una reacción negativa, que me preguntaran si soy humano", le dijo. "Yo era más leal a los guardias que a mi familia. Todos éramos espías de los demás. La gente tiene una idea equivocada del campo. No nos golpeaban los soldados solamente. Los propios prisioneros no son amables entre sí. No existe el sentido de comunidad. Yo soy uno de esos detenidos malos".

De la tortura le quedaron cicatrices en la espalda por las quemaduras y las infecciones que le duraron dos meses. Shin pasó otra década en el campo antes de escapar, por la frontera de China. Actualmente vive en Corea del Sur.