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Intercultural
4 de octubre de 2016 11:09

Arriero, ligero como el viento

oto: diego pallero / ún  Fuertes y ligeros, como el viento, eran los arrieros. O sea, unos personajes fundamentales del contacto y comercio entre regiones.

Fuertes y ligeros, como el viento, eran los arrieros. O sea, unos personajes fundamentales del contacto y comercio entre regiones. Foto: Diego Pallero / ÚN

Redacción Últimas Noticias

Transportaban café, paja, corcho y hasta trigo. Los arrieros eran hombres fuertes y ligeros, como el viento. O sea, unos personajes fundamentales del contacto y comercio entre regiones.

A lo largo de la historia, también actuaban como postillones de correo y mensajeros políticos entre pueblos y ciudades distantes. Por ejemplo, transitaban la ruta entre Babahoyo y las ciudades del callejón interandino (atravesando el tremendo páramo de El Arenal, situado al pie del Chimborazo). Pasaban por Chapacoto a trancos largos.

Etimológicamente, el término arriero proviene de la palabra española arrear, que significa “estimular a las bestias para que echen a andar, para que sigan caminando o para que aviven el paso”; esta palabra, a su vez, proviene del vulgar ‘arre’, interjección utilizada en muchas regiones.

Su estampa era realmente impresionante: hirsutos y quemados por el sol, con los pies cubiertos por alpargatas de soga y lona, acompañados casi siempre por un perro y armados del infaltable machetillo, que colgaba de la cintura.

Su modesta ropa se completaba en las horas de frío con un poncho de lana y en el tiempo invernal por un ‘poncho de aguas’ y un ‘sombrero de aguas’, hechos de lienzo encauchado. Encima de la mejor mula iba su bulto personal, que guardaba una cobija, una muda de ropa y el cucayo o fiambre. Entre los bultos también cargaban alguna botella de aguardiente, indispensable para enfrentar el cruce de las altas montañas, donde llovía nieve.

Eran gentes de vida durísima. Se levantaban de madrugada para enjalmar y cargar sus mulares, y en el camino tenían que arrear y cuidar a las bestias.