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En Las Aulas
2 de agosto de 2017 12:17

Los sanroqueños liberaron a los patriotas

Manuel Espinosa Apolo es investigador. Foto: ÙN

Manuel Espinosa Apolo es investigador. Foto: ÙN

Redacción Últimas Noticias

Cuando los patriotas fueron apresados y metidos a la cárcel, el fiscal de ese tiempo pidió la pena de muerte para los casi 100 detenidos”. La frase es de Manuel Espinosa Apolo, investigador y docente, quien explica los hechos que desencadenaron la matanza del 2 de agosto de 1810.

Ante esa sentencia, los familiares de Montúfar que tenían más presencia social y liderazgo en la ciudad tomaron medidas para salvar a los condenados. Y empezaron a hacer gestiones para ganar el apoyo popular y con ello presionar y, si fuera el caso, asaltar la cárcel y liberar a los patriotas.

De esta forma se da una alianza entre los criollos y los moradores de los barrios, sobre todo de San Roque. Allí tuvo un papel destacado doña María Larraín, comerciante de manufacturas de San Roque.

La gente de esa barriada, agrega Espinosa Apolo, estaba molesta con el dominio español, pues unos meses antes de la matanza hubo un levantamiento de los sanroqueños.

Todos acudieron hasta la casa de la Real Audiencia para protestar por los abusos de la tropa y aquellos que padecían los patriotas que ya estaban en la cárcel. Sin embargo, el presidente Conde Ruiz de Castilla decidió disparar al pueblo. Murieron algunos sanroqueños y eso indignó más y reactivó el sentimiento antiespañol que los caracterizó desde 1775.

Los sanroqueños tuvieron el apoyo de los carniceros de Santa Clara, también de la gente de San Blas, Santa Bárbara y San Sebastián.

A las 03:00 de la madrugada del 2 de agosto de 1810 liberaron a los de la guarnición (personajes secundarios del 10 de agosto) que estaban en la cárcel, junto al Carmen Bajo.

Luego, el plan era subir hasta el Cuartel Real de Lima y liberar a los cabecillas. Esta operación se frustró y se vino la matanza.

Algunos se salvaron haciéndose los muertos. El caos se armó. La tropa salió a matar a quiteños, pero el pueblo estuvo a punto de ganar y el obispo Cuero y Caicedo salió en procesión para que bajen las armas.