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En Las Aulas
20 de septiembre de 2017 12:28

Breve historia de holas y adioses

La vida está llena de hola y adioses, que forman parte de la cotidianidad. Foto: Archivo / ÚN

La vida está llena de hola y adioses, que forman parte de la cotidianidad. Foto: Archivo / ÚN

Redacción En las aulas


L a vida está llena de holas y adioses. La finitud de la existencia humana ha puesto límites necesarios y a veces incomprensibles. La gente saluda y se despide: saluda con el alba o en cualquier momento del día; se despide por un rato, para luego o para siempre.

Manos y manes

–¿Cómo estás?–. –Bien, gracias. ¿Y usted?– es el ritual cotidiano que invariablemente se repite. Junto con estas palabras hay gesto: un estrechón de manos, una mano levantada, un beso –o “mucha” en criollo– en la mejilla o un abrazo, dependiendo del grado de afinidad o confianza.

Estos saludos han evolucionado con el pasar del tiempo. El estrechón de manos de hoy, por ejemplo, es un “despojo” del rito de imposición de manos, símbolo de fidelidad, de otrora, que todavía se recuerda en las ceremonias matrimoniales. Y así el “enlace” quedaba sellado: ¡por las manos! Por algo será, me pregunto, que el novio “pide la mano” a los padres de la novia con el objeto de lograr su consentimiento.

¿Saben del besamanos gentil que se usaba en la Europa de hace fuuu? Ahora ese saludo consta en la historia de la humanidad; digo mal, de la urbanidad.

De todas maneras, las manos tienen algo que ver con nuestro destino. Así piensan las gitanas que nos adivinan la suerte. Es que todo pasa por las manos, y de “mano en mano” los precios suben a los cielos. Porque la vida es cuestión de suerte, a veces, como el torero que se juega la vida en el “tercio”, en el “mano a mano” del siglo. Y la viuda sigue cantando el “Olé” más trágico.

Las manos y el destino están, de algún modo, unidos. Existe una especie de sinergia. Sí, porque la vida es un juego: un drama, una comedia, en ocasiones, que comienza en un acto y termina… en el acto!

“Juegos de manos, juegos de villanos” decía mi abuelita, con toda razón. Y no se equivocaba. Por las manos, por un simple lavado de manos, Pilatos eludió responsabilidades. Y el “man” salvó su pellejo.

Estrechadores

Pero, ¡ay de aquellos que estrechan la mano de una persona con demasiada fuerza! Esos saludos, ciertamente, no son “educados”: molestan y generan reacciones contrarias. Lo mismo sucede con los saludadores que, tímidamente, solo dan la punta de los dedos. Tal costumbre es también chocante y reprensible. Y no se diga en el caso de estrechar una mano “sudada”. La “sudada” no agrada a nadie; por lo tanto, se recomienda saludar “a secas”. Y punto.

Abrazos y besos

El saludo con abrazo y beso parece que ha sido “patentado” por las mujeres, aquí en Occidente, tal vez, me imagino, intentando emular la costumbre rusa del saludo del oso siberiano, que incluye abrazo y beso… entre hombres.

El saludo mujeril es afectuoso, cargado de afecto y efectos: afectivo, en tanto estimula la sístole y diástole del órgano del sentimiento –el corazón– (¿siento y miento?), y efectivo, en cuanto provoca reacciones hormonales secundarias y terciarias, pues casi siempre implica llevar a efecto algún plan, alguna meta.

Pero si quiere abrazar, abrace; si quiere besar, bese. Le recomendamos, eso sí, ser prudente: no estreche demasiado ni dé demasiados palmoteos en la espalda, no vaya a suceder que nuestro abrazado se incomode. Y ahí sí: “tararás habas”.